¡Una constelación de grandes maestros nunca antes reunida bajo estos cielos criollos!
Estas bienales se realizaban en el Museo Genaro Pérez y contaban con la organización de los más destacados humoristas y gente del medio.
La primera bienal en Córdoba (25 de Mayo al 17 de Junio de 1979), fue la cuarta en Argentina, ya que se habían realizado otras en Buenos Aires.
La comisión Honoraria permanente estaba compuesta por: Benito Quinquela Martín, Vicente Forte, Ernesto Farina, Jacobo Feldman, Alberto Cognini, Lino Palacio, Dr. Raúl Matera, Quino, Garaycochea, Dr. Antonio Salomón, Norberto Firpo, Abel Barrionuevo, José Félix Feldman, Hermenegildo Sábat, Dr. Juan Carlos Vega, Landrú y Alberto Breccia.
El director de la Bienal fue el Dr. Antonio Salomón. El Comité Ejecutivo estaba compuesto por José Félix Feldman, Alberto Cognini y Dr. Antonio Salomón.
El Comité de selección era de lujo, Alberto Breccia, José Luis Salinas, Eduardo Ferro y Andrés Cascioli. Como colaboradores figuraban los nombres de Alejandro Orosz, Antonio Presa, Carlos Trillo, Guillermo Saccomanno, Oscar Steimberg, Jorge B. Rivera, Juan Zanotto, Alfio Caponcelli, Nucky Reid y Manolo Peirotti.
El comité de Honor: Oski, Landrú, Mordillo, Lino Palacio, Sábat, Víctor de la Fuente, Jean Giraud, Hugo Pratt, Dino Battaglia, Saúl Steimberg y Quino
La revista 7 Días publicó días después una nota en la que quiso la casualidad que apareciera yo, junto a dos enormes artistas que han guiado mi vida en la historieta: Pablo Pereyra y Hugo Pratt.
Un par de días antes, por la madrugada, el tren se detenía en la estación de Villa Ramallo. Allí subí yo, sabiendo que a bordo venía un contingente de colegas y amigos, todos rumbo al mítico encuentro. A poco andar me encontré con un guionista muy bien acompañado; como tres son multitud, seguí andando, y más allá aparecieron los compañeros de la ADA (Asociación de Dibujantes): su presidente, Leandro Sesarego, Manuel Cativa, un muy joven Miguel Repiso, y otros. Se nos reunió al rato el novel guionista Ricardo Ferrari, con quien entablamos una tremebunda partida de ajedrez para matar el tiempo. ¿La verdad? No recuerdo quién ganó.
Hojeando el impresionante catálogo de la Bienal, casi una enciclopedia
Una vez desembarcados en la estación de La Docta, caminamos rumbo a lugar donde se hacía la Bienal. Una chica cordobesa, Marcela, intrigada por aquel extraño grupo de "porteños" que deambulaba por las calles, nos interrogó y al ver que se trataba de artistas ya no se separó de nosotros. Le gustaba mucho la historieta.
Costó conseguir alojamiento. Alberto Cognini estaba desbordado por la gran concurrencia de dibujantes, y corríamos el riesgo de no tener dónde parar. Finalmente, ante la insistencia de Sesarego, logró conseguirmos una habitación en un hotel que compartimos todos los de ADA.
Ambos estaban fallecidos al momento de la muestra: Moliterni, hacía tiempo, y Oesterheld, seguimos sin saber la fecha exacta, pero segurament en 1978, a manos de la criminal Dictadura Militar que gobernaba el país.
A la noche, participamos de una gran velada que originalmente estaba destinada sólo a los invitados internacionales, pero que ante el clamor de todos nosotros, muchos, nos fueron dejando entrar de a poco. Adentro, el lujo y los manjares impresionaban. Hermosas mujeres que parecían muy interesadas por conocer el mundo de la historieta trababan conversación con los artistas, más no se podía pédir. Todo esto transcurría en plena dictadura militar, y, evidentemente, las autoridades habían tomado esta Bienal como una oportunidad de mejorar su imagen en el exterior. No tuvieron tanta suerte, sin embargo, ya que Hugo Pratt y otros inquirieron vivamente por el paradero de Héctor Germán Oesterheld, quien ya llevaba dos años desaparecido. Años despúés nos enteraríamos de que para ese tiempo ya lo habían asesinado.
En la peatonal uno de esos días me crucé con Alberto Caliva, quien todavía residía en Córdoba; tiempo después se mudaria a la capítal y más tarde se agregaría al estudio Géminis donde compartimos años de camaradería.
Hubo muchos momentos irrepetibles que se me confunden en la memoria: una visita a la Colonia Caroya, donde no se escatimáron ni el vino ni los célebres fiambres de la región. Víctor De la Fuente interviniendo en mi defensa ante la agresión de un guionista desubicado (el mismo del tren); compartir un viaje en colectivo con maestros a los que uno nunca se imaginaría en un transporte público,
O un altercado con Hugo Pratt en un almuerzo, donde Repiso y yo entablamos una charla con la chica que acompañaba al Tano desde Italia (seguramente el modelo de Pandora, dado su parecido con ella), cosa que no pareció agradarle al Tano, que se acercó a nuestra mesa y hablándole bruscamente en italiano se la llevó "como a chicharra de un ala". Al rato, sin embargo, me dibujaba un Corto Maltés que más abajo se puede ver. Presa presentándome a Joe Kubert en el lugar donde cenábamos, Cascioli declarando que yo, con la melena y barba que lucía por ese entonces, "debería dibujar como Moebius, por lo menos", a lo que contesté que prefería al Giraud de Blueberry, para desconcierto del director de la revista Humor; o Robin Wood canturreando "Jesus Christ, Jesus Christ" cada vez une nos cruzábamos.
Una muestra del clima de represión que se vivía, tal vez insensiblemente, pero siempre presente. Cada uno de los ejemplares del catálogo traía los genitales de un dibujo de Corben desprolijamente tachados con birome.
O Enrique Meier, quejándose como siempre, Solano López dibujándome un Bull Rockett mientras miraba de reojo a las lindas cordobesas que desfilaban a nuestro alrededor. Cenar con Marcela, y en las mesas cercanas tener a Moebius, Salinas, De la Fuente, Kubert, Moliterni (el francés)... En fin, todo era nuevo y maravilloso para mí; viví esos días en un estado de ensoñación, diría, todo parecía natural y al mismo tiempo fantástico. Caminar junto a Pratt y no saber qué decirle, verlo retando a Cilencio, que tenía una voz alta y aguda: "Ma' si ío non te grito, por qué me gritás vos a mí!", ver en una mesa a mis tres ídolos: Pereyra, Breccia y Pratt charlando como los viejos amigos que eran y poder acercarme a pedirles un dibujo como si nada, en fin,..
Del archivo de Gerardo Canelo, como las fotos que siguen
Breccia y Moebius, nada más que decir
Carlos Casalla, Canelo, De la Fuente, Altuna y Mandrafina
Todo pasa, y esos días pasaron rápido; pero además de tantos recuerdos imborrables, me quedó el impresionante catálogo de la muestra, lleno de maravillosos dibujos de los "monstruos" que pude abordar, y que guardaré por siempre como un tesoro inapreciable. Hélos aquí: