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domingo, 12 de septiembre de 2021

Domingo 12 de Septiembre. Diario de la Aventura

     "Nada. Nada. Nada. Llanto. Mami. Nervios. María Luján. Indecisión. Yo. ¡Al demonio!


    ¿A qué recordar aquellos dias tan difíciles para un pibe de 18 años que tenía que soportar un baño de angustia cada vez que regresaba a su hogar, cada quince días, y además enfrentar una dura vida en Buenos Aires, viviendo en un hotel, trabajando en algo que no le interesaba, sin amigos ni ayuda, salvo la hospitalidad de mis tías Flora y Chinda, que cada tanto me recibían un domingo en sus casa del Conurbano? Sólo el espacio que había encontrado en la clase de Borisoff en el IDA, donde me sentia en mi lugar y aprendía cada día el nombre de un músculo nuevo, una nueva forma de usar el pincel  la pluma o de interpretar una figura viva con un lápiz, un papel y un tablero, me reconfortaba y me daba ánimo para seguir resistiendo con la esperanza de que el tiempo me a la larga daría una mano.


    Mi primer visita al departamento de Quino fue con el objeto de agradecerle sus consejos por carta, mostrarle mis dibujos y pedirle consejo. Ya tomar el subte A y bajarme en la estación Castro Barros y caminar hasta el 400 ó 600 de esa calle era toda una aventura, dado mi desconocimiento de la gran ciudad. 

    Era un departamento cálido, amplio. Quino me recibió en una elegante sala de estar y no tardó en solicitarme que le mostrara los dibujos que yo llevaba en mi carpeta: algunas de las historietas que yo dibujaba en Ramallo y dibujos de las clases de Borisoff. Logró encontrar algo que elogiar en aquellos trabajos de principiante y no dejó de aconsejarme que siguiera en la brecha, que no aflojara. Más allá de mi vista, se oía la voz de quien adiviné sería su esposa, conversando con otra mujer.


    En algún momento le comenté que escuchaba a Julio Sosa en la radio y eso nos llevó a hablar un pc de tango. Encontramos que teníamos en común el desarraigo del provinciano en la gran urbe, y que el tango nos daba un eco reconfortante de aquella tristeza hecha de ausencias y lejanías.

    Finalmente tuvo la generosidad de prestarme varias revistas Mad, norteamericanas, ya que había visto mi decidida preferencia por el dibujo humorístico. Me serían muy útiles como modelo de trabajo profesional, y me sentí muy contento por su buena voluntad. Estas cosas eran las que me daban fuerza para seguir adelante pese a todo lo demás.

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