José María Gutiérrez es el autor de la excelente nota histórica titulada Raíces y Brotes de la Historieta Gauchesca, que en forma parcial copiamos más abajo. Allí, en una nota al pie, se menciona nuestra obra ¡¡Juan Moreira!!, al recordar la frase que le oí decir al gran Carlos Casalla alguna vez: "No quiero ser el último que dibuje gauchos", y que a partir de ahí tomé como un mandato irrenunciable.
Esta nota integra el imprescindible catálogo de la muestra El Mito Gaucho, inaugurada en la Biblioteca Nacional en 2021, de la cual tuvimos noticia hace muy poco, cuando Gutiérrez tuvo la amabilidad de acercarme el lujoso catálogo.¡ Nuestro agradecimiento más sincero al amigo que tanto hace por la historieta argentina desde su puesto en la Biblioteca!
"...en nuestro país como un ejemplar autóctono que habilita, entre otras cosas, el camino para la creación de una historieta ya clara-mente gauchesca.Así, Cirilo el Audaz (Enrique Rapela, La Razón, 1939) se presenta como una tira de aventuras gauchescas. En el marco de la denominada Edad de Oro de la historieta argentina, la gauchesca se erige con la serie de Rapela en una respuesta local a las series de cowboys que proliferan masivamente en revistas específicas de una industria millonaria, como una reacción o alternativa sostenida por algunos autores formados en corrientes de pensamiento de reafirmación nacional. Esta línea acompaña en los cuarenta un proyecto de sustitución de importaciones en el campo de los artículos de prensa, donde la historieta era también una evidente cuña para la apertura de los medios locales a la penetración por parte de agencias internacionales.
No es caprichoso contextualizar: el semanario Patoruzito sale a la calle en el inflexivo 1945. En su índice publica Lanza seca y Fierro a fierro de Raúl Roux, series que preceden a la publicación, a partir de 1950 en Mundo Argentino, de la obra central de este autor: Cuentos de fogón, donde abandona toda intención ficcional para dedicarse directamente a la divulgación histórica. “Es verdaderamente lamenta-ble que el cine, la radio y la historieta, los tres medios de difusión más populares en estos tiempos, busquen sus temas en los ya estragados y manoseados temas foráneos, o realicen imitaciones, cuando los nuestros permanecen en la virginidad más pura esperando que el buen gusto y el patriotismo hagan que nos acordemos de ellos”, manifestará Roux en la revista Dibujantes en 1953.
Y aunque la suplantación no se concretara, la historieta argentina producirá otro fenómeno, de carácter creativo, cuando un proyecto del género gauchesco sea rechazado por la editorial Abril y su guionista, Héctor Raúl Roux, viñeta para el episodio “Juan Moreira” de Cuentos de Fogón, ca. 1950. Tinta sobre papel, 15 x 18 cm. Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, BNMM.Germán Oesterheld, lo derive al ámbito de los westerns. Con Sargento Kirk (1953) se anuda un vínculo en nuestra historieta, que dará aventuras del Lejano Oeste más hondas que las propias producciones estadouni-denses. Ilustra ese vínculo el hecho de que artis-tas como Juan Arancio, Carlos Roume o Carlos Casalla hayan producido cómoda y hasta simul-táneamente historietas gauchescas y de cowboys, como si no existiera entre ellas una diferencia de género sino de modos y de ambientación.La serie de Oesterheld y Pratt propicia dos obras gauchescas: El cabo Sabinoy Fuerte Argentino, ambas de 1954, que ofrecen un nuevo tipo de héroe de aventuras: el milico. Cirilo lo era, pero tanto Kirk como Sabino son mili-tares renegados; uno viene asqueado de la matanza de indios norteamericanos y el otro de matar para-guayos. Ambos van a conservar eternamente su grado (Sabino, luego Savino, en castigo por haberse negado a dispararle a Juan Moreira) y también sus uniformes como estigmas de la trágica dicotomía identitaria. Ambos adscribían al modelo del Martín Fierro de Hernández.Poco tiempo después Walter Ciocca va a publicar otra tira diaria, Lindor Covas, el Cimarrón (La Razón, 1954), gaucho ejemplar y virtuoso, más inspirado en la literatura nativista que en la gauchesca, pero par-tiendo del mismo detonante. Lindor Covas es el gau-cho victimizado por la injusticia de un orden estatal incapaz de asimilarlo, que se dará a la fuga y cuyo relato estará basado en el derrotero de ese divagar por la pampa, territorio aún salvaje y puro que irá estre-chando sus márgenes limítrofes. “Frontera” es, significativamente, el nombre de la editorial que funda Oesterheld en 1957, y su imagen emblemática es la de un indio que, erguido en su pingo, otea el horizonte. En sus revistas Oesterheld va a incluir historie-tas gauchescas como Patria vieja y Nahuel Barros, dibujadas respectivamente por Carlos Roume y Juan Arancio. Una es his-tórica y la segunda es puramente ficcional. El género presenta cuatro líneas: la his-torieta de difusión histórica, documentada, como la de Roux; la de aventuras ficticias, entre las que están aquellas que fabulan sobre hechos históricos, como El cabo Savino; las de base literaria o enteramente imaginarias como Lindor Covas; y también aquellas de recreación ficcional en base a personajes reales, como la serie dilecta de Carlos Roume, Manquillán, donde se versionaba la novelesca vida del coronel Eugenio del Busto. Esta última se publicó a partir de mayo de 1969 nada menos que en el suplemento Rural de Clarín, en un momento culminante del género, con el contexto de un renovado interés por el estudio crítico de la historia.
Ese cénit se declarará cuando en 1967 salgan a la calle las publicaciones específicas dirigidas por Rapela. Fabián Leyes y El Huinca aparecen a meses de la pri-mera edición de Los caudillos, rotundo best seller de Félix Luna. En esas revistas que se definían en las por-tadas con leyendas bien explícitas como “Historietas criollas”, “¡Épicas!, ¡Heroicas!, ¡De acción!”, y que declaraban que eran “¡Auténticamente argentinas!”, se reeditan los Cuentos de fogón de Raúl Roux, quien había fallecido seis años antes.1En una vuelta hacia la línea medular de nuestra historieta, que describimos como raigal en sus remo-tos inicios satíricos, no fue hasta los inicios de los Carlos Roume, Manquillán, el cóndor perdido, 1969. Tinta sobre papel, 63 x 48 cm. Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, BNMM.
...inflexivos setenta que se dio una devolución desde la historieta humorística. Fue justamente en Hortensia, fenómeno único de una revista que, editada desde una capital de provincia, logró distribución y éxito nacional. Allí se publicó Inodoro Pereyra, la serie que habría de replicar a la gauchesca desde el humor que ahora era paródico, ya no satírico. Aun cuando “el renegáu” parodió inicialmente al Martín Fierro, su matriz literaria fue otra: el Fausto de Estanislao del Campo. Luego de un largo período inicial que partía de la estructura de encuentros, la serie desarrolló aventuras por entregas emulando al folle-tín; al ingresar a la prensa diaria en 1978 vuelve a la estructura de sus comienzos pero con un protagonista que ha madurado, retornando al modelo inicial de la historieta cómica argentina: ahora existía también un gaucho chanta. El colofón de la historieta gauchesca de aven-turas comparte con sus más notorias creaciones la extraordinaria longevidad que signa su trascendencia: Lindor Covas se publicó durante 27 años; Patoruzú originalmente 50 años, más la sobrevida de las décadas de reedición que llegan hasta nuestros días, con los que alcanza casi el centenario; Inodoro Pereyra cumplió 35 años y solo cesó por la muerte de su autor (2007).
El cabo Savino, por su parte, es la serie que se dibujó ininterrumpidamente durante más tiempo en la Argentina: 60 años, y logró incluso sobrevivir a la coda que significaba el éxito de la parodia acuñada por Fontanarrosa.Su autor, “Chingolo” Casalla, demandó a sus jóvenes colegas: “¡No quiero ser el último que dibuje gauchos!”. 2Hoy, luego de haber trazado un itinerario acaso más prolongado que el de la literatura de la que manó, la historieta gauchesca perdura principalmente en la línea que cultivó Roux, aquella de examinación his-tórica. Curiosamente, Roux fue el único de los gran-des autores del género que nunca cedió a adaptar esos clásicos literarios a la narrativa gráfica o a ilustrarlos.
1. Grafica el éxito del género una anécdota: Patoruzito publicó El Huincade Rapela (1964) a instancias de Mirco Repetto, al principio a espaldas de Quinterno, que la había rechazado, aprovechando una ausencia por viaje del editor. Repetto declara en una entrevista que le hizo Juan Sasturain que al regresar de su viaje, Quinterno advirtió que el tiraje en el interior había cre-cido [...] y solo me dijo que El Huinca debía mandarla más frecuentemente a tapa.
2. Relata el dibujante José Massaroli (autor de la tira Juan Moreira publicada en el diario La Voz, 1983) que esto sucedió en un encuentro en el año 2009.Ilustración inédita de Carlos Casalla para El cabo Savino, ca. 2015. Tinta sobre papel, 30 x 44 cm. Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, BNMM.Roberto Fontanarrosa, Inodoro Pereyra, el Renegáu, en Hortensia, nro. 26, enero de 1973. Evolución de la figura del personaje."
Ver el catálogo completo y descargar, aquí:
https://www.bn.gov.ar/micrositios/exposiciones/categoria1/el-mito-gaucho
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