El miércoles 2 de Diciembre de 2015, a los 90 años, nos dejó Oscar Eduardo Bevilacqua.
Incansable escritor, autor de unos 40 libros inéditos, maestro del budismo Zen, coleccionista, único "hippie con corbata", "el último goliardo", como le gustaba llamarse. Había cumplido 90 años el vienes 13 de noviembre.
Bevilacqua en su "oficina", en un café de Vicente López, donde "atendía" de 11 a 13 a numerosos e infaltables amigos que venían en busca de su conversación exquisita, su erudición asombrosa, su misterio.
Presidió la primera delegación argentina de historietistas a Lucca, Italia, donde compartíó imborrables anécdotas con Hugo Pratt, Humberto Eco, Breccia, Muñoz y muchos monstruos más. Fue asesor de la revista Caras y Caretas en 1982, autor de novelas inéditas exquisitas, haikus, cuentos, personaje de Oswal (el doctor Bambú), gran conversador de pocas palabras, indefinible, inabarcable, inolvidable.
Así lo dibujó Oswal, como El Profesor Bambú, en las historietas de Sónoman
Massaroli, Natalio Zirulnik, Bevilacqua, "la Tana" y su gran amigo Rufo
Fotos tomadas en la presentación del libro Bajotierra, de su "Discipulita", Sabrina de Luca, en la libreria Crack Up, Septiembre de 2013
Su Librería del Parque, en Lavalle al 1100 congregó a muchos dibujantes y guionistas (entre ellos, Oswal, Álex Salas, Szilagyi, Mulko, Gemelli, Zirulnik, Heredia...), allá por los '70 y '80 en busca del ejemplar perdido, de su sabiduría, de su humor hermético y certero. Alli llegamos con mi amigo Eduardo Lago, con nuestros dibujos, convocados por la noticia de que había un Coleccionista que compraba originales para venderlos en Italia.
Las manos del escritor
Encontramos temas comunes: Nietzche, Kafka, Herman Hesse, Krishnamurti, la historieta... Al poco tiempo, una charla cada tanto con Bevilacqua, siempre firme a la entrada de la Librería, era ya una necesidad. "Hoy no vine", solía ser su saludo, pero luego, pausadamente, brindaba generosamente su tiempo y sabiduría.
Lo había visto por primera vez en una pintoresca reunión en IDA, cuando su director, Pablo Pereyra lo recibió junto a los dibujantes Heredia, Fernández y Branca entre otros, en una especie de despedida antes de su próximo viaje a Italia; seguramente en 1975 o '76. Me llamó la atención su humor, lacónico y preciso, al que a veces solo le bastaba levantar una ceja para expresar muchas cosas.
Los libros, su gran pasión
Luego de algunos años de verlo cada tanto, supe que asistió a una muestra que hicimos con Peni en un pub de Santa Fe, porque al poco tiempo me mandó llamar para ofrecerme trabajo en una revista que estaba por salir: ¡nada menos que Caras y caretas! Le había interesado una historieta mía sobre La Milonga de Jacinto Chiclana, de Borges... de allí saldria Orquídeo Maidana, mi personje. Eran los comienzos de 1982 y él era el asesor artístico de la publicación en ciernes. Allí fuimos y nos convertimos, junto con Rep y Mannken, en los dibujantes que más publicaron allí.
Dibujo de Mulko, celosamente conservado por Bevilacqua, donde aparece una extraña versión de la redacción de Caras y Caretas. Aparecen Fasulo, Bevilacqua (en el centro) y un servidor. El gnomo es un dibujo de Lago, agregado por Bevilacqua en reemplazo del director de la revista, a quien prefería no recordar.
Luego de su partida de la revista, al segundo o tercer número, lo seguí viendo sobre todo cuando Peni dejó de realizar un chiste por mes para la revista Guía Práctica de la Importación y la Exportación, trabajo creado ṕor su sugerencia a su amigo Aldo Fratalocchi, ejecutivo de la revista, vecina a la Librería. Al irse, Peni me recomendó para sucederlo, y así pasaron diez años de concurrir una o dos veces por mes a la calle Lavalle, terminando muchas de esads veces tomando un café con Bevilacqua y su gran amigo Fasulo. Era un privilegio presenciar y, en la medida de mis posibilidades, participar de sus brillantes conversaciones sobre todos los temas de la literatura universal, incluida la historieta. En 1997, tuve el gran gusto de que prologara mi primer libro de Orquídeo Maidana, el personaje que él había ayudado a nacer en Caras y Caretas.
La última vez que nos vimos, en el Museo Diógenes Taborda, en 2014
Cuando dejé la revista, y Bevilacqua dejó la Libreria, lo perdí de vista por años, hasta que un feliz encuentro casual, ya en el siglo XXI, en el parque Rivadavia nos volvió a juntar. A partir de allí, pude visitarlo cada tanto en su "despacho", en la confitería Acuarium de Vicente López, y después en otros cafés de la zona, donde se iba trasladando. Alguna vez me permitió entrar en su casa, bastión inexpugnable de infinitos libros apilados hasta el techo. "Y todos lo leí", aclaraba. Cuando mi última visita, caminamos largas cuadras hasta llegar a su última morada, en la calle José Mármol, donde alquilaba un pequeño departamente.
Última foto del querido maestro que llegó a mis manos, en 2014
Un honor enorme haber sido su "discípulo" y amigo, querido Oscar.
Orquídeo y yo lo llevamos para siempre en nuestros corazones, ¡gracias por TANTO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me interesa mucho tu opinión...