lunes, 10 de abril de 2017

Adiós a Carlos Casalla, el que dibujaba gauchos

Y es así nomás: Carlos Chigolo Casalla dibujaba gauchos aunque el tema de la historieta que le tocaba ilustrar fuera la New Orleans de la época del jazz, el Lejano Oeste de Álamo Jim o las estepas rusas de El Cosaco; todos sus personajes tenían los rasgos inconfundibles del gaucho, del indio pampa, incluso sus inimitables caballos no dejaban de ser criollazos, galoparan donde galoparan.





Casalla recibiendo una distinción en el Día del Dibujante, 2009, cuando dijo "No quiero ser el último que dibuje gauchos". y para mí, que estaba republicando mi Juan Moreira con La Duendes, fue como recibir un mandato ineludible por parte del maestro

El caso es que Chingolo se nos fue, tras 90 años vividos intensamente, creando hasta el último momento tanto sobre el tablero como frente a una batería, el pasado 5 de abril. Queda una obra impresionante. Su personaje el Cabo Savino batió records de permanencia "en el aire", ya que no dejó de publicarse desde su primera aparición en el diario La Razón en 1951, pasando por décadas en las revistas de la editorial Columba, hasta no hace mucho en el diario Río Negro.



 Un Savino autografiado que me dibujó Casalla en la histórica Bienal de Córdoba de 1979

Estas tres páginas que siguen, donde se lo ve al Cabo Savino, jovencito, afeitado, perseguido por un temible francotirador en la Guerra del Paraguay. Son de cuando Casalla recuadraba con regla. El dibujo más prolijo, más medido, pero el mismo talento inigualable de siempre. ¿Qué tienen de particular estas tres páginas? Que fue mi primer encuentro con el legendario Cabo que nunca ascendió. Ahí lo conocí y me quedé enganchado con el personaje, con el clima denso, ominoso (que no poco le debe a Carlos Albiac, el guionista en este caso), de una historia que nunca llegué a saber cómo empezaba ni cómo terminó. Tres páginas, un berretín de toda la vida con un personaje fuera de serie.




Walter Alarcón, Casalla y Massaroli en una reunión organizada por los Columba, mucho después del cierre de la editorial

Uno de los originales expuestos por Casalla en la Alianza Francesa en 2009, donde lo volví a ver después de muchísimo tiempo


Un día, charlando en un bar de Monserrat con los amigos Felipe Ávila y Carlos Scherpa, surgió espontáneamente la idea: "¿...Y por qué no hacemos un libro de homenaje al Cabo?"... Luego todo fue vertiginoso: Alejandro Aguado, inmediatamente, desde la Patagonia, se sumó a la materialización de la idea, aportando la estructura de La Duendes y convocando a una gran cantidad de sus colaboradores habituales.



No pasó mucho tiempo desde aquel día de mediados de 2011. La figura del personaje que fatigó las pampas argentinas en lucha permanente contra el indio, el bandido y la injusticia, y su querido creador, don Carlos Casalla, convocaron  irresistiblemente a gran cantidad artistas deseosos de dibujar sables, pingos y quepis criollos. El resultado, hélo aquí, con el libro en la calle, ya impreso y distribuído.

Mi versión de Savino, ya canoso, junto al Sundance Kid, unos jóvenes Corto Maltés y Rasputín, y Butch Cassidy. ¡Reunión en la cumbre!

El 19 de marzo de 2016, en la librería Lipi.Bropos de Moreno, se presentó en sociedad el N° 3 de una revista excepcional, que sin prisa pero sin pausa, a razón de un número por año, viene llenando un vacío en el universo de las publicaciones de historietas: cada número se dedica por entero a un autor de los imprescindibles, de los que fueron, son y seguirán siendo los pilares de la hisorieta nacional. En este caso, el destinatario del homejae fue Carlos Casalla. Me enorgullezco de haber participado con una historieta donde pude juntar a Savino y Juan Moreira en una re-versión de aquella historieta famosa del cabo, en que se encontraba con el legendario gaucho rebelde.



Viene a mi mente la primera imagen que tuve del querido Chingolo, allá por 1974. Yo trabajaba en el recordado Union Studio de la calle Perú al 500, de Julio César "Chiche" Medrano, como su ayudante, cuando se abren las puertas y aparece un dúo alegre y pintoresco: un pequeño y movedizo guionista, Julio Álvarez Cao, y un alto y robusto dibujante, Carlos Casalla. Venían tarareando una melodía de jazz, una de las pasiones de ambos, que se materializara en historietas como Patrulla Americana y Perdido Joe. No podía creer que los tenía frente a mi. Estuvieron un rato y se marcharon a tomar algo con Chiche. Sobre la mesa quedó un boceto del maestro, dibujado mientras charlaba. Todavía lo tengo, claro.


No se preocupe, aquí quedamos muchos que seguimos la senda que usted marcó, Chingolo: Desde que dijo "No quiero ser el último que dibuje gauchos" han surgido muchos artistas, guionistas y dibujantes que sienten el llamado de lo nuestro, de los héroes criollos, de la pamapa, la selva y la cordillera de nuestro país, donde la aventura puede ser igual o más apasionante que en cualquier lugar del mundo. Sus gauchos, tus caballos, quedan en buenas y cariñosas manos.
¡Hasta siempre, querido Maestro!

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