Al saber que viajaba, Antonio Presa, jefe de arte de Columba, me dio una mano extendiéndome un certificado de trabajo con la editorial, que me permitió pasar los filtros de la embajada yanky y cnseguir la visa. También Presa me insistió en que no dejara de visitar a las grandes editoriales neoyorquinas. Al final, a pesar de que yo sólo pensaba pasear, me convenció.
La estatua de la Libertad, allá abajo, vista desde las Torres Gemelas
El río Hudson, cruzado por el célebre puente de Brooklyn, desde la terraza del World Trade Center
Luis Ángel Domínguez, años antes de nuestro encuentro
Joe Orlando en los '50, mucho tiempo antes de conocernos
Don Daley, a la izquierda, en las ventanas de la Marvel, años antes de mi visita
Un momento emocionante de aquella aventura, fue cuando al pasar frente a un edificio, Domínguez nos dijo: "Aquí trabajó Narciso Bayón durante los once años que estuvo en los Estados Unidos". Y cuando le conté que había sido mi maestro, agregó "Y nunca aprendió inglés". ¿Cómo era posible?... Dirigía una revista para lectores latinos y nunca le hizo falta otro idioma que el castellano. ¡Fue lindo imaginarlo atravesando aquellas puertas, caminando aquellas veredas!
Las dos únicas fotos de aquel día memorable: antes, cuando partimos a la mañana bien temprano para tomar el tren de Washington a Nueva York, y a la noche, de regreso. ¿Se nota la diferencia ...?
Muchos años después, pude conocer a Del Bo en una cena del Día del Dibujante, en 2010. Aquí junto al querido amigo común, el enorme Lito Fernández
La casa en que vivió Edgar Allan Poe, en Baltimore
Realmente, conocer el trabajo de Miller, sobre todo el Dark Knight, me inspiró algunos cambios en mi trabajo, sobre todo en la diagramación, que se notaron en los siguientes Encuentros Cercanos que continué dibujando para Columba después del viaje.
Las dos páginas del Punisher que realicé a raiz de este viaje, a fines de 1990, y publicadas en 1991-
Muchísimos son ls recuerdos que atesoro de aquel inolvidable viaje que duró en total un mes y medio. En lo profesional, me permitió llegar a donde nunca había imaginado, y esa vivencia influyó, claro, sobre toda mi carrera posterior. Es el momento de agradecer profundamente a los que lo hicieron posible: Eddie, quien generosamente nos invitó a conocer Estados Unidos, Antonio Presa, quien me convenció de visitar las editoriales, y Luis A. Domínguez, quien nos acompañó con la mejor buena voluntad a visitar a su amigo Joe Orlando y compartió con nosotros, antes de despedirnos para siempre, un entrañable almuerzo donde recordamos la Argentina que tanto quería y extrañaba.
¡Gracias a ls tres, muchas gracias!
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