lunes, 22 de febrero de 2021

1981, regreso a Buenos Aires

Febrero de 1981. Vuelvo a Buenos Aires en el viejo y querido tren, después de la experiencia de haber regresado a mi casa de Villa Ramallo y haber permanecido allí por dos años, tras casi ocho años en la gran ciudad.  "Permanecido", es un decir, claro, ya que me lo pasé viajando a cuanto evento se realizaba en la capital, en Córdoba, en Lobos o donde fuera. El hecho es que mi mundo, incostrastablemente, ya era el del Dibujo y la Historieta y no podía permanecer lejos de él; lo necesitaba como el pez al agua  y al fin lo había comprendido.

Claro, a comprenderlo me ayudó el hecho de que los dos trabajos con que contaba cuando regresé a mi pueblo en 1979, se habían agotado. Ya no venían los encargos de historietas policiales para Italia ni las de guerra para Gran Bretaña. Diez años después de mi primera llegada a Buenos Aires, me encontraba en la misma situación... bueno, no exactamente la misma, ya que ahora contaba con amigos, contactos, espacios conocidos que recorrer y lugares a donde ir; por algo decía que ése ya era mi mundo. Y yo lo sabía.

En enero había quemado mis naves. Gasté mis últimos pesos en un alocado viaje a Brasil con dos amigos de Buenos Aires, con la vaga esperanza de conseguir trabajo allá. Logramos publicar una doble página en la revista O Pasquim tras recorrer varias ciudades y editoriales brasileñas, pero el hecho es que a mi regreso a Villa Ramallo no me quedaba un peso y no tenía ninguna oferta concreta de trabajo a la vista.

Aproveché los últimos días de enero dibujando algunas historietas humorísticas para presentar en la capital, muestras, ilustraciones... todo lo que pudiera servir para acreditar mi condición de historietista con varios años de experiencia. 

Tal vez fue un error haber viajado en febrero a la capital, ya que al llegar comprobé que todo el mundo estaba de vacaciones. Eso me permitió, sin embargo, ir asentándome de manera que al llegar marzo ya estaba "aclimatado" y listo para encarar cualquier trabajo de dibujo que se me apareciese en el horizonte. Lo difícil fue sobrevivir aquellos cálidos días de febrero. 

Me ayudó mucho la reciente experiencia del viaje a Brasil, donde todo fue aventura, entregarse a lo imprevisto, a la emoción, al "aquí y ahora", Tanto, que mi primera noche en Buenos Aires la pasé durmiendo (tratando de dormir) en un banco del Parque Rivadavia. Una manera de economizar el escaso dinero que me había facilitado mi madre, y también de repetir un poco aquella noche que dormí con mis amigos en una playa de Ipanema, hacía tan poco tiempo... No era lo mismo, claro, como lo comprobé escuchando sirenas de patrulleros a cada rato (plena Dictadura); finalmente, antes de aclarar, me fui en busca de un bar que sabía abierto toda la noche en el Once.

Después de un reconfortante café con leche y una buena espera, con la luz del día me esperaba el refugio acogedor del estudio Géminis, donde ya había estado el día anterior. Allí, con la compañía de Ramón Gil, Gaspar González y Horacio Merel , comencé el segundo día en la capital. "La Oficina" sería la base que sostendría mi campaña gracias a la generosidad de estos buenos amigos y colegas que me ofrecieron espacio para trabajar y dejar mis cosas sin pedir nada a cambio.


Así reflejé  a "La Oficina" en una historieta de 1982

Luego vendrían sucesivos cambios de domicilio: varias noches dormí en lo de mi compañero de IDA, Alberto Seco, en San Justo, luego, en lo del camarada de ruta en Brasil, Gabriel Lerman, en su departamento, y finalmente durante un par de semanas, en lo de Lucía, una amiga que se iba de vacaciones a Brasil y me prestó su departamento mientras durara su ausencia,. Como se ve, no me puedo quejar de la cantidad y calidad de los buenos amigos que me recibieron en la capital.

Así fue como fui pasando aquel movido, imprevisible, agotador y emocionante mes de febrero de 1981, de regreso en Buenos Aires. Volvía en busca de mi lugar en el mundo de la historieta. No sería fácil, costaría tiempo, hambre  y esfuerzo, pero al final lo hallaría. 

Pero esas son otras historias.





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