lunes, 7 de julio de 2025

Deutschland Über Alles. Un cuento de ciencia ficción

 Desde hace algo más de un año, estoy escribiendo cuentos de ciencia ficción. El primero de ellos se publicó en la revista Sensacional, N°13, a instancias de su director, Christian Vallini Lawson, y a partir de ahí continué escribiendo, aunque no he vuelto a publicar. 

¡Pero el proyecto de publicar los casi 12 cuentos que llevo escritos ya se asomó en mi horizonte mental y afectivo!. Mientras voy viendo cómo y cuándo hacerlo, he aquí un adelanto. uno de los cuentos que más gusto me dio escribir:


Deutschland Über Alles

José Massaroli

 

Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable

Jorge Luis Borges

En el bunker se vivían momentos de júbilo.

Adolf Hitler alzó la copa de champán y dijo:

—Señores: Los Aliados han firmado la rendición incondicional. ¡Hemos ganado la guerra!

—Heil Hitler! —clamaron los generales y ministros que colmaban el reducido espacio, mientras chocaban fervorosamente sus copas burbujeantes.

—¡Y todo gracias a nuestra máxima arma secreta... ¡La bomba atómica! —dijo el Führer con visible emoción. Llegó en el momento más apropiado, cuando el enemigo nos creía vencidos y había bajado la guardia.

—¡Los dioses nos permitieron terminarla justo a tiempo! Los soviéticos ya rodeaban el búnker y algunos derrotistas se atrevían a pedir la rendición —dijo Himmler, con lágrimas en los ojos—. Nos hemos ocupado de ellos, por cierto.

—Convengamos en que el novísimo bombardero de larga distancia puesto en acción por la Luftwaffe en abril, también contribuyó de manera decisiva a la victoria, mein Führer —intervino, pomposo como siempre, el mariscal Goering, tomando un bocadillo—. Sin esta maravilla de la aeronáutica alemana, la bomba nunca hubiera podido alcanzar Nueva York o Moscú.

—¡Por supuesto, querido Hermann!... sin olvidar las bombas voladoras V3, que nos entregó nuestro genial profesor Von Braun hace apenas unos días. ¡Con ellas, París y Londres estuvieron a nuestros pies! —respondió Hitler, palmeando con afecto al científico, que no pudo reprimir una mirada socarrona en dirección al obeso mariscal.

—¡Por los 1000 años del glorioso Tercer Reich! —brindó nuevamente el ministro Speer.

Blondi, la fiel perra ovejera del líder, sumó sus ladridos a las exultantes exclamaciones que acompañaban el brindis. De pronto, mirando a su amo, calló. Lo mismo hicieron todos.

El Führer, dejando su copa sobre la mesa atestada de mapas y papeles, había llamado a silencio. Haciendo girar distraídamente el mapamundi que ocupaba una esquina de su escritorio, posaba su mirada sobre América del Sur.

—¡Un momento! —dijo.

El ceño del flamante vencedor de la Segunda Guerra Mundial se ensombreció. Le temblaba la mano que sostenía el mapa y le costaba hablar. Con la otra mano llamó la atención de sus acompañantes hacia el extremo sur del continente americano.

—Todavía queda una nación con la que estamos en guerra...

—¡Oh, sí! —dijo con desdén el ministro Goebbels— Hay un lejano país que tuvo la inaudita osadía de declararnos la guerra no hace mucho, cuando el mundo entero creía que estábamos totalmente aniquilados, sin ninguna posibilidad de recuperarnos y pasar a la ofensiva.

—¡Una puñalada por la espalda, sin duda! —acotó el General Jodl.

—¡Un país al que teníamos por amigo!— se indignó Himmler, con el rostro enrojecido—. ¡Esto no puede quedar así!

—Claro que no —dijo Hitler, levantando sus ojos del mapamundi. Sus ojos refulgían enfebrecidos bajo el terrible ceño que sus generales habían aprendido a temer.

Hubo un prolongado silencio en el búnker. Desde afuera llegaba el rumor de las exclamaciones de júbilo de los berlineses y las marchas militares. La primavera había llegado y era un resplandeciente mediodía de fines de abril. Se oía el ruido de los pesados tanques Tiger que desfilaban entre las ruinas y escombros, todavía humeantes, de las avenidas destruidas por los bombardeos aliados, ahora llenas de banderas y estandartes, y una rauda escuadrilla de Messerschmidt 262, aclamada por la multitud, cruzaba victoriosa los cielos de Berlín.

Entonces, solemnemente, Hitler habló.

—Mariscal Keitel, comience inmediatamente los preparativos para la invasión de la Argentina.

—Jawohl, mein Führer!

La guerra aún no había terminado.


Dieter, a través de la ventana, veía el parque del Edén Hotel, donde se hallaba pasando unos días. Se dijo que no podía haber un lugar más bello y tranquilo en todas las sierras. El cielo estaba gris, soplaba el viento anunciando tormenta y hacía frío aquella tarde de septiembre de 1952. Todo invitaba a quedarse en la habitación junto a un humeante pocillo de café y seguir leyendo aquellos extraños apuntes que más se parecían a un cuento de ciencia ficción que a un diario personal.

—¿Cómo es posible? —se preguntó— ¿Será una broma? Se ve tan verosímil lo que cuenta este diario…

Nadie le respondió. Se hallaba solo en la habitación del hotel. Dieter, periodista de vacaciones, había llegado al valle de Punilla para completar una postergada investigación sobre la inmigración alemana en las sierras de Córdoba, y le pareció muy adecuado comenzar por el viejo hotel de fama internacional, administrado anteriormente por los hermanos Eichhorn, de origen germano, y ahora, tras la guerra, en manos de un consorcio argentino. Allí habían sido internados algunos marinos del Graf Spee, hundido por su propio capitán en el Río de la Plata en 1939, y muchos de ellos, cuando Alemania fue derrotada, se radicaron definitivamente en la región.

El día anterior, durante una entrevista con un veterano maquinista del acorazado, un tal Hans Zimmer, un tipo bajo, robusto y de ojos achinados, en una confitería de la avenida principal, éste le había alcanzado una vieja y gastada cartera de cuero, rota en el lugar en que había tenido una cerradura. En ella abultaban amarillentos papeles roídos por el paso del tiempo.

—Tal vez le sirvan estos apuntes que dejó mi compañero Ludwig en la habitación que compartíamos; un tipo raro, de dudosa lealtad al partido. Desapareció misteriosamente un día, en los alrededores del hotel y nadie volvió a saber nada de él; tal vez se fugó con la chica que hacía la limpieza, que también desapareció. Muchos lograron escapar en esos tiempos. Puede que a usted le interesen estas divagaciones, si es que logra descifrarlas —dijo el maquinista con una sonrisa enigmática.

De regreso en el hotel, Dieter sacó de la cartera los papeles, hojas arrancadas a un cuaderno escolar, escritas a mano en alemán con letra prolija pero nerviosa; los puso sobre la mesa, junto al vacío pocillo de café y los desplegó. La primera página decía así:


"Enero 25 de 1943. Hoy es el primer día en que puedo sentarme a escribir desde que llegué al Eden Hotel, un majestuoso edificio perdido en medio de las sierras de Córdoba. Me ha tocado compartir una habitación más bien pequeña, con otros dos camaradas del barco, pero dentro de todo no está mal. Se halla en una de las torres que dan apariencia de castillo a la lujosa construcción. Las camas son cómodas, la ropa limpia y gracias a la ventana que da al parque la vista es magnífica y muy buena la ventilación.


Enero 27. Ya me voy acostumbrando a la vida en este remoto lugar del mundo llamado La Falda, donde el azar de la guerra me ha traído, así como antes me acostumbré a aquella isla, Martín García. Extraño mi barco, eso sí; era feliz en el Graf Spee y me da mucha pena imaginarlo yaciendo para siempre bajo aquellas aguas barrosas. Pero la vida continúa. Por ejemplo, la chica que viene todos los días a asear la habitación, no sólo es bonita sino simpática; me recuerda a la novia que dejé en Kiel, aunque en versión mestiza: largo cabello negro (ala de cuervo), ojos del mismo color y piel morena. Lástima que no habla alemán, pero por señas nos entendemos bastante bien. Cosa curiosa: me dijo que, según le contaron los administradores, en esta misma habitación se alojó nada menos que el sabio Albert Einstein, cuando estuvo en la Argentina allá por 1925.

—Bueno... decir "se alojó" es demasiado —me aclaró Hans—. El maldito judío sólo durmió una siesta aquí tras el banquete que le ofrecieron en el salón comedor, y luego siguió viaje en el mismo trencito en que nos trajeron a nosotros.

—Será judío, pero ha descubierto grandes cosas —le dije, algo molesto por el fanatismo nazi de mi camarada—. Es una pena, sí, que se haya tenido que marchar a los Estados Unidos, donde sus conocimientos les serán muy útiles a nuestros enemigos. ¿Qué ganamos con perseguirlo tanto?

—No lo necesitamos —declaró taxativamente Hans—. Podemos crear grandes y poderosas armas sin su ayuda.

No quería discutir sobre política, de modo que me di vuelta en la cama y traté de dormir. El sueño no acudía y por eso cada tanto abría los ojos. No había mucho que mirar en aquella estrecha habitación, claro; cada vez más somnoliento, yo deslizaba la vista de una tabla del piso a otra, admirando lo ajustado y preciso de su encastre. De pronto advertí una irregularidad que me molestó, ya que destruía la sensación de perfección germánica con que me deleitaba. Una pequeña ranura apenas visible entre dos tablas, cerca de mi cama. Nada especial. Sólo el insomnio hizo que le prestara atención.


Febrero 2. No nos llegan muchas noticias desde Alemania, pero parece que las cosas se están complicando. Espero que el Führer y su corte de locos no nos lleven a un desastre. Hoy la chica me sonrió. Agustina, dice que se llama.


Febrero 3. ¡Algo de bueno tiene el hastío! Me había quedado sólo en la habitación (Hans y su fanatismo más la estulticia de Helmuth, mi otro compañero de habitación, me cansan un poco) y, reparando nuevamente en la ranura que antes mencioné, decidí ver qué hay debajo, ya que me pareció ver un brillo en el fondo del hueco, cuando le dio la luz del sol de la mañana. Mi curiosidad dio buen resultado: al sacar las dos tablas encontré una vieja y gastada cartera de cuero, cerrada con llave. La llave no se veía y ya estaba por romper la cartera cuando oí llegar a Hans y Helmuth por el pasillo.

Escondí todo bajo mi colchón y volví a colocar las tablas en su lugar. Esta cartera será mi secreto.


Febrero 6. ¡Al fin dispuse de un momento de soledad en la habitación y pude echar un vistazo al contenido de la famosa cartera! (Tuve que romperla, claro, al no disponer de la llave). Al principio sentí una leve decepción, ya que apenas contenía algunas páginas manuscritas, llenas de fórmulas y ecuaciones apretujadas y salpicadas de tachaduras y correcciones. Por un momento me acordé del sabio Einstein, que había estado en aquella misma habitación, pero rápidamente descarté el pensamiento de que esas anotaciones desprolijas y casi incomprensibles pudieran pertenecer al descubridor de la Ley de la Relatividad y la Cuarta Dimensión... ¡Sería demasiada casualidad!

Guardé todo velozmente al oír pasos, pero esta vez se trataba de Agustina, que traía el mate y la pava. La simpática nativa me está enseñando el arte de beber este extraño brebaje de los lugareños. Sí, es un tanto antihigiénico, de acuerdo, porque obliga a compartir la bombilla, pero su sabor es estimulante y propicia la comunicación. Solemos "matear", como dicen aquí, y conversar, dentro del precario dominio del español que voy adquiriendo a fuerza de larga práctica y de infinitos mates.

Febrero 9. El calor es agobiante. Por eso busco la sombra de los árboles cercanos, donde escribo estas líneas, y, para entretener las largas horas de la siesta (otro irrenunciable hábito de los lugareños que no logro adquirir), voy tratando de descifrar las fórmulas halladas en la cartera misteriosa. ¡Ah, sí! Olvidaba hacer constar que mi profesión en la vida civil es la de ingeniero; de ahí que yo posea sólidos conocimientos de física y matemáticas. Ellos me permiten emprender esta ardua tarea, sin duda superior a mis fuerzas, pero que sirve para distraerme durante el prolongado cautiverio. Parecen tener que ver, estas ecuaciones, con el tiempo y el espacio y las nuevas ideas acerca de la geometría no euclidiana. Tal vez no sea tan descabellado, después de todo, suponer que provengan de la misma mano de Albert Einstein. ¿Tal vez las olvidó aquí? O las escondió... pero ¿de quién? Los nazis no existían en 1925, cuando él visitó estas tierras.


Febrero 14. ¡Un hallazgo! En una hoja que se me había pasado por alto, aparecieron las instrucciones, escritas por la misma mano que las anteriores, para armar una especie de aparato electromagnético, un generador o mecanismo similar. No alcanzo todavía a comprender su propósito, pero me da la impresión de que yo podría llegar a construirlo si dispusiera de los elementos y herramientas apropiados. ¿Cómo conseguirlos en este rincón perdido de Sudamérica? ¡He ahí la cuestión que me obsesiona! ¡Tiene que haber una manera!


Febrero 22. ¡Por supuesto! La solución se presentó de manera natural: ¡Agustina va a conseguirme esos elementos! ¡Sí, ella conoce a un ferretero amante de la ciencia que tiene su pequeño negocio cerca del hotel, en la avenida principal, y, con tal de que yo comparta con él mis descubrimientos, está dispuesto a facilitarme todo lo que necesite! El hombre es de origen austríaco, Schultz, por eso nos entendemos perfectamente; parece discreto, y esta mañana ha venido a verme para ponernos de acuerdo. Le interesa la electrónica, además. ¡Estoy muy contento!


Marzo 3. Ayer mismo, a la hora de la oración, como dice graciosamente Agustina, recorriendo los alrededores, fui remontando el curso de un arroyo cercano, y cerca de su fuente encontré una cueva muy apropiada para instalar los artefactos que me proveerá el ferretero Schultz. Me acompañaba la chica, que oficiaba de guía y, no debería mencionarlo dado que me considero un caballero, pero no puedo dejar de mencionar que ella se mostró singularmente afectuosa conmigo y entusiasmada con el proyecto. ¡Hoy mismo voy a comunicarme con Schultz para que me lleve los elementos a ese lugar!


Marzo 11. ¡He dado comienzo a los experimentos! Una vez conectados los dispositivos electromagnéticos mencionados en las instrucciones de Einstein (¡Sí, ya no tengo dudas de que él sea el autor! ¡Estas ecuaciones son demasiado brillantes!) Tras hacer llegar la energía eléctrica a la cueva por medio de un cable que logramos conectar clandestinamente durante la noche, bajé la palanca de encendido y la extraña máquina empezó a funcionar. Es decir, a mover sus engranajes y antenas magnéticas, activar sus válvulas y electrodos, girar sus manecillas, encender sus reflectores y emitir un sonido agudo y discordante, muy fuerte, que me preocupó porque podrían oírlo desde el hotel. Apagué todo y al salir noté cierta luminosidad en el interior de la cueva y un olor extraño en el aire. Por un momento me sentí algo mareado, como si estuviera dentro de una nube de gas; pero luego se me pasó.


Marzo 16. ¡Los resultados son maravillosos! Cada vez que enciendo el aparato, el lugar parece transformarse. Todo brilla y se oscurece alternativamente, al ritmo de los rayos de luz que brotan de los reflectores que van adosados a tubos catódicos y bobinas magnetizadas; luego se transparentan las paredes de piedra maciza y... Me pregunto si todo esto tendrá algo que ver con el tiempo. ¿Tal vez con la cuarta dimensión, una de las obsesiones de Einstein? Anoche estaba conmigo el viejo Schultz y parecía asustado. Creo que no volverá. ¡Pero no importa, tengo que seguir investigando!


Marzo 19. Yo también empiezo a asustarme. Ayer, al encender el aparato se produjeron cambios como los que mencioné antes, pero con mayor intensidad y duración. Es como si la caverna se desvaneciera y otros elementos, otras cosas (¿otro mundo?), ocuparan su lugar o se superpusieran en el mismo espacio. Nunca vi nada igual. Estos efectos habrán alarmado también al sabio, supongo, si es que llegó a construir la máquina o a preverlos. No quiero que se descubra el secreto de la cueva. ¡Es algo demasiado importante como para que caiga en manos de nazis inescrupulosos como Hans o el teniente Hesse! Y creo que Helmuth. a pesar de su aparente indiferencia, también sospecha algo. Por eso es que sigo dudando si continuar o no con los experimentos; últimamente me andan siguiendo y tengo que cuidar mis movimientos hasta el punto de que estoy pensando en abandonarlo todo. Sólo hay una forma de averiguar si vale la pena correr el riesgo... pero no sé si tendré el valor de seguir adelante.


Marzo 21. ¡Esto va más allá de lo imaginable! Tras encender la máquina, se produjo una especie de niebla roja en el fondo de la cueva. La niebla avanzó hacia mí y en poco tiempo me envolvió; no pude escapar, paralizado, experimenté sensaciones que jamás había sentido antes. Todo se transparentaba. Fue alucinante. Luego, la niebla se disipó de a poco, y pude ver que el interior de la cueva estaba cambiado; era y no era la misma cueva.

Absorto, me quedé sumido en la contemplación de aquel fenómeno, hasta que de pronto reaccioné al ver que la nube regresaba, me envolvía nuevamente y me dejaba sin aliento. Caí al suelo, casi desvanecido. Cuando recobré el sentido, vi que la caverna había vuelto a ser la de siempre. Apagué la máquina y, tambaleando, salí de la cueva.”

Así terminaba el diario del anónimo marino del Graf Spee. ¿Sería real lo que contaba? ¿Había logrado crear un pasaje a otra dimensión o a un mundo paralelo? ¿Se trataba simplemente del delirio de un desequilibrado, o de una ficción, acaso? Dieter no lograba decidirse por una de esas posibilidades (“imposibilidades”, se dijo). Atónito, perplejo, confuso, el periodista meditó largamente.

En eso estaba, sin llegar a ninguna conclusión, cuando alguien golpeó a su puerta. Se levantó y al abrir, se encontró con un anciano alto y enjuto, calvo, con grandes bigotes blancos y barba descuidada. Estrechaba contra su pecho una carpeta negra.

—Disculpe que lo moleste, señor —dijo con marcado acento germánico—. He oído que usted anda investigando sobre los alemanes en esta ciudad, sobre todo, los que venían en el Graf Spee, ¿Es cierto eso? Si es así, le traigo algo que le puede ser útil.

—Así es, mi amigo. Todo lo que tenga que ver con los inmigrantes alemanes, mis antepasados, me interesa. Adelante, pase, póngase cómodo.

Luego de algunas concesiones a la urbanidad, el anciano, sentado en la única silla de la habitación, fue directo al grano:

—Mi nombre es Schultz, Friedrich Schultz. –dijo mientras sacaba algo de la carpeta—. He venido a entregarle este cuaderno, que he conservado durante años. Su contenido nunca dejó de asombrarme, se lo aseguro, desde que la persona a quien pertenecía desapareció sin dejar rastros. Era un tripulante del acorazado Graf Spee, que estaba internado en este hotel.

—¿Un tal Ludwig?

—Así es. Por sus confidencias, yo sabía que él temía que estos apuntes cayeran en manos equivocadas. Cuando desapareció, me atreví a ingresar a la cueva en la que él hacía no sé qué experimentos, y allí encontré el cuaderno. El tiempo transcurrido me hace pensar que este muchacho ya no volverá. Creo que se trata de algo muy importante y tal vez usted sepa qué hacer con esto.

Dieter tomó el cuaderno de sus manos temblorosas. El anciano hizo silencio, dando a entender que ya no tenía nada más que agregar a lo dicho. Finalmente, tras las reiteradas preguntas del periodista, musitó:

—Sólo le diré una cosa, mein Freund: No entre en esa cueva, si es que la encuentra. ¡Por Dios, no entre!

Schultz se despidió nerviosamente, y descendió con premura las escaleras del hotel. Dieter pensó en seguirlo, pero la curiosidad por ver el contenido del viejo cuaderno pudo más. Encendió el velador y comprobó con estupor que sólo quedaban unas pocas hojas; el resto había sido arrancado, y esas hojas que quedaban... ¡eran la continuación del diario de Ludwig!


“Abril 22. Pasé un tiempo sin acudir a la cueva, cuya entrada dejé bien cubierta de arbustos espinosos. La vigilancia de Hans y el teniente se volvió bastante notoria en los últimos días, y preferí esperar a que se les pasara el entusiasmo por espiarme. Por fin hoy, hace unos minutos, aprovechando un descuido de los camaradas, que estaban jugando al truco con unos lugareños que les presentó Agustina, pude llegar a la cueva sin ser advertido. Aquí estoy, tomando notas de los acontecimientos que se desencadenan aceleradamente desde que encendí de nuevo el aparato de Einstein.

Las cosas empezaron de la manera acostumbrada: luces espectrales de procedencia indeterminada, transparencia creciente de paredes y suelo, un sonido inclasificable que se vuelve ensordecedor... Aparece la nube roja… avanza… Otra vez aquel olor magnético. Ya estoy por apagar el aparato cuando todo cambia: la transparencia se hace total, hasta el punto de que ya no se ven las rocas ni el piso. Tengo la sensación de estar en el aire, como si flotara. Como si cayera. Desde el fondo de la cueva llega un rayo de luz azul muy fuerte que me atrae de manera inexplicable. Trato de no avanzar hacia allí, pero no puedo impedir dar un paso y otro y... de pronto, inesperadamente, ¡llega Agustina!

—¡Tenés que salir de aquí, Ludwig! ¡Tus camaradas han descubierto los papeles en tu habitación y vienen en camino!

La estrecho entre mis brazos para calmarla, y en ese momento veo a Hans y al teniente avanzando hacia la cueva… ¡Los veo a través de las paredes de piedra, que se transparentan cada vez más! ¡Están muy cerca!

Si entran aquí, estoy perdido: ¡se apoderarán de todo, me obligarán a hablar, querrán llevarle estos secretos a Hitler... ¡sólo hay una cosa que puedo hacer!... ¿Abandonar la máquina?... ¡No! ¡Me la llevo, no debo dejar rastros! Tomo a Agustina de la mano y me lanzo con ella hacia al fondo de la cueva. La roja luz me envuelve, me atrae irresistiblemente, siento frío, calor, vértigo... ¡Qué hallaré al otro lado?... ¡Oh, Dios, el cuaderno quedó en la habitación... espero que Schultz...! Ya es tarde para retroceder... ¡Oigo la voz cercana de Hans vociferando improperios... ¡Caemos!"

Pensativo, consternado, tras quedarse mirando largo rato los negros nubarrones que se cernían sobre las sierras, el periodista se dijo:

— Parecería que los compañeros de Ludwig finalmente nunca encontraron la entrada a la cueva. Habrán seguido de largo.

Si ellos, que seguían de cerca a Ludwig no pudieron hallar aquella entrada, ¿la encontraría él, después de tanto tiempo? Lamentó no haberle pedido más datos al ferretero. No parecía posible, pero tenía que intentarlo... ¡Dieter necesitaba constatar si había existido aquel extraordinario experimento! ¿Y cómo pudo Ludwig entregarle estas últimas hojas de su diario a Schultz? ¿Acaso regresó? se preguntó presa del desconcierto. ¿A dónde conducía esa especie de túnel luminoso que se abría en el fondo de la cueva? ¿Qué había sido de Ludwig? Lo menos que Dieter podía hacer era tratar de averiguarlo. Luego vería.

Bajó las escaleras del hotel, pasó junto a la pequeña piscina en desuso, y se dirigió a los fondos. Cruzó unos alambrados y se halló en un bosquecillo de talas. El viento arreciaba. Sabía que se hallaba al pie del cerro El Cuadrado, vecino a La Banderita, éste último, el más alto de la región, algo más de 1400 metros sobre el nivel del mar. La cueva debía encontrarse entre ambos, seguramente a la vera del arroyo El Chorrito, que bajaba desde la vertiente que brotaba en medio de ambos cerros, un sitio muy frecuentado por los turistas. Hacia allí encaminó sus pasos.

La cueva no aparecía, la lluvia era inminente y el periodista, cansado, estaba a punto de desistir cuando, casi tapados por un alto paredón de piedra, unos matorrales espinosos y resecos le llamaron la atención. Parecían haber sido puestos adrede para ocultar algo. Los apartó con cuidado, no sin pincharse un par de veces con las largas y agudas espinas. El interior de la cueva era muy oscuro, pero el eco de sus pasos indicaba que no tenía mucha profundidad. Tuvo que apartar una red de telarañas y agacharse un poco para poder llegar hasta el fondo.

Dieter empezó a temblar. De pronto, insensiblemente, se sintió atraído por una extraña fuerza proveniente del fondo de la cueva. Tal vez sólo se trataba de su emoción, la de saber que estaba siguiendo los pasos de alguien que había ido más allá de lo conocido. Tocó la pared del fondo. No parecía roca. Tenía una consistencia casi gelatinosa, irreal. Tuvo la sensación de que la podía atravesar con la mano si la extendía... y eso hizo.

Una sensación de frío le recorrió el brazo y lo hizo estremecer. ¿Debía seguir adelante? ¿No estaría poniendo en riesgo su integridad física o su misma vida? Nadie sabía que él estaba allí, nadie vendría a rescatarlo si le pasaba algo. No tuvo más tiempo para seguir reflexionando: la fuerza que lo había atraído se hizo repentinamente más poderosa y ya no pudo resistir. ¡De pronto, vertiginosamente, estaba cayendo, atravesando aquél suelo de piedra como si fuese niebla!


Cuando despertó, se hallaba tirado en el piso de la cueva. Aterido de frío, temblando, Dieter sólo atinó a incorporarse y salir de allí a toda prisa. La tormenta que antes se anunciaba a lo lejos, ya se desataba. Su mente se fue aclarando poco a poco al respirar el aire puro del exterior. Bordeando el arroyo, al llegar tropezando a un alambrado que lo cruzaba, vio el cartel: decía "Der Kleine Bach".

—Pero... estoy seguro de que el cartel decía El Chorrito, en castellano... —se dijo.

Siguió caminando. El fresco de la noche lo fue despejando, aunque seguía bastante confundido. Caían las primeras gotas.

En la entrada del hotel todo estaba igual que antes, todo normal... excepto la gran bandera alemana izada en lo alto de un largo mástil ubicado justo frente a la escalinata principal. Arriba del edificio, se destacaba entre relámpagos, la estatua del águila germánica. Se escuchó un trueno lejano, luego otro.

—¡No puede ser! —se dijo Dieter, secándose el sudor frío que le corría por la frente con el dorso de la mano—. ¡El gobierno argentino bajó esta águila cuando le declaró la guerra a Alemania, en marzo del '45!

Atónito, subió las escaleras. Se cruzó con gente bien vestida, turistas, que pasaban conversando tranquilamente en perfecto alemán.

Para serenarse y tratar de pensar un poco, se sentó a una de las mesas que había en la galería que daba al parque. La vista del elegante parque, pese a la lluvia, era espléndida esa noche, con todas las luces encendidas y los leones de mármol brillando bajo la lluvia. Una suave música surgía del interior del salón comedor, una música que el periodista, aunque le resultaba familiar, no lograba identificar... Echó un vistazo al menú y apenas le sorprendió comprobar que todo estaba escrito en alemán, con la traducción al castellano, más pequeña, debajo. Oyó la caída del primer rayo.

Se levantó, casi con resignación, y al llegar a su habitación se encontró con un ejemplar de la revista "Der Spiegel" sobre su cama. La hojeó sin ganas, pasando por alto la nota de tapa, cuya foto a gran tamaño mostraba a Hitler rodeado por su estado mayor, señalando el mapa de Sudamérica. Se anunciaban espectaculares revelaciones sobre el final de la guerra. Se recostó. Cerró los ojos, trémulo, afiebrado, pero ya en paz, y pensó:

—Alemania ganó la guerra, no hay duda. Luego invadió la Argentina y ahora aquí estamos. Pasamos de ser colonia inglesa a ser colonia alemana.

Antes de quedarse dormido, se escuchó decir:

—¡Qué locura la del marinero del Graf Spee! ¡Imaginar que la historia pudo haber sido distinta! ¿A quién se le ocurre que los Aliados podían haber vencido? El encierro lo volvió loco, seguramente.

Afuera, a través de las ventanas iluminadas por los relámpagos, se veía el lujoso salón comedor del Eden Hotel, en el que descollaba un enorme retrato del Führer rodeado de banderas nazis. Allí, los huéspedes cenaban apaciblemente mientras conversaban en alemán sobre las nuevas imposiciones a la Argentinische Republik por parte del Internationaler Währungsfonds y el Weltbank, la inflación imparable, el derrumbe de la economía por enésima vez, las protestas populares duramente reprimidas y las próximas elecciones.

En el piano, una bella muchacha rubia y de ojos azules tocaba con sentimiento "Deutschland Über Alles".

FIN








lunes, 16 de junio de 2025

Entrevista por Amor al Arte, con Andrea Kostuner, poeta

Hace unos días tuve el gusto de contestar las preguntas de Andrea Kostuner, poeta, conductora de varios blogs dedicados al arte. En el que enfoca las artes plásticas apareció esta nota, donde las preguntas vienen dirigidas desde el arte en general, más que desde la historieta, lo que me posibilitó poder explayarme de otra manera en mis respuestas.

He aquí el comienzo de la nota: 

Entrevista al Artista José Massaroli

1. ¿Cómo se presentó el arte en tu vida?
Tuve la suerte de que mi infancia transcurriera entre libros y revistas de historietas. Desde algún Pato Donald inicial, mi madre me fue haciendo llegar la revista Billiken, portadora de grandes historietas como Pi-Pío, de García Ferré, Pelopincho y Cachirula y Franco Belgas muy buenas como Arturito el Fantasma Justiciero, Blake y Mortimer y otras, al mismo tiempo que libros como Hombrecitos, de Luisa M. Alcott y La Cabaña del Tío Tom. Un poco más grande, me sumergí con el Nautilus en las 20.000 Millas de Viaje Submarino, en las aventuras de D’Artagnan y los Tres Mosqueteros y en la colección Robin Hood. Es decir que para mí el arte fue hasta mucho después, la historieta y la novela de aventuras.

Cuando pude hablar con Quino, recién llegado a Buenos Aires con 18 años, muchos dibujos y muchas ilusiones a cuestas, oí hablar de las Bellas Artes. Él me recomendó que estudiara en la facultad, aclarando que él no lo había hecho y se arrepentía. Bueno, yo elegí seguir lo que él había hecho y seguí adelante con la historieta. El enorme Alberto Breccia me propinó un “Métale” cuando vio mis dibujos, y ese fue mi lema a partir de ahí. Estudié con grandes ilustradores: Pablo Pereyra y Ángel Borisoff y también leyendo los libros de Andrew Loomis, empecé a comprender que lo que yo quería hacer era una rama del arte.


2. ¿Cuándo decidiste dedicarte a esto?
Desde muy chico, en mi casa cuando me veían agarrar un lápiz y retratar a mi abuelo o intentar dibujar las incidencias de un partido de fútbol transmitida por la radio, todos decían ”Este chico va a ser dibujante”; y se ve que lo tomé como un mandato. A los diez años hice un curso por correspondencia y al recibir un diploma de “Dibujante Profesional” a los 12, me convencí de que mi destino estaba trazado: sería dibujante de historietas sí o sí, y empecé a escribir y dibujar una página de historieta por día, a la siesta, después de comer, en un pequeño escritorio que todavía está en mi casa natal.


3. ¿Crees que el arte es sanador?
Totalmente. En mi caso creo que me salvó de la locura o el suicidio, ya que no se me ocurre a qué otra cosa podría haberme dedicado. Villa Ramallo, donde nací, era un pueblo chico (ahora es otra cosa) y no era bien visto salirse de los caminos trillados. Mi padre había fallecido y mi madre trató de que entrara a trabajar en la sucursal del Banco Nación. Por suerte no tuvo éxito, porque me hubiera asfixiado entre planillas, facturas, cheques y pagarés; no era lo mío para nada. Mis comienzos en Buenos Aires fueron duros, sentí mucho la soledad de la vida en un hotel, pagaba mis estudios vendiendo Curitas casa por casa, pero siempre que me sentaba al tablero a dibujar, me olvidaba de todo. Borges decía que “el trabajo siempre trata de salvar a su hombre”, y en mi caso así fue.



.......



La nota completa puede leerse en este excelente blog, Por Amor al 4rte, que recomiendo, así como todos los de Andrea Kostuner, a los amantes del arte en general:
https://poramoral4rte.blogspot.com/

¡Muchas gracias, Andrea, por haberme brindado la posibilidad de participar de este hermoso medio en el que aparecen tantos destacados artistas!


miércoles, 4 de junio de 2025

Tras los pasos de JUAN MOREIRA (Con ilustraciones de JOSÉ MASSAROLI

Mimí de Buenos Aires, una excelente periodista, recorre Buenos Aires en su moto y viene realizando una serie de videos sobre lugares atractivos de la provincia. Cuando le llegó el turno a Lobos, tuvo la generosidad de incluir dibujos pertenecientes a mi historieta Juan Moreira, cosa que me enorgullece. ¡Muchas gracias, Mimí!

He aquí el video en su canal de YouTube

lunes, 19 de mayo de 2025

La Huella de Oesterheld, nota en El Cohete a la Luna

Agradezco al periodista ramallense Fernando Latrille su convocatoria a dar mi opinión sobre la serie El Eternauta, la obra original y sus autores, Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López. No sabía que se iba a publicar en un sitio del prestigio de El Cohete a la Luna, lo cual vuelvo a agradecer . Reproduzco la nota tal cual salió allí:

La huella de Oesterheld

Entrevista a José Massaroli

 
 

 

La bien lograda producción audiovisual dirigida por Bruno Stagnaro basada en El Eternauta es la miniserie más vista de Netflix. No es por azar; la calidad actoral y técnica son notorias y valoradas. Sobre la adaptación realizada de la historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, pueden existir distintas miradas, pero nadie duda de que despertó un interés público general de quienes no conocían la historieta y nada sabían de su autor. El historietista José Massaroli realizó sus primeros pasos en su oficio dibujando guiones de Héctor Oesterheld, a quien describe como gran transformador de la historieta, en diálogo con El Cohete a la Luna.

José Massaroli nació el 30 de septiembre de 1952 en Ramallo. Vivió en la localidad de Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires. Dado que su casa estuvo frente a la estación de ferrocarril, no le costó tomar el tren camino a Buenos Aires para cumplir su sueño. Estudió en el Instituto de Directores de Arte (IDA). Su talento hizo que rápidamente se convirtiera en un dibujante y guionista de historietas y animación argentino de prestigio. Su experiencia lo llevó en 1991 a ilustrar cómics de los personajes de Walt Disney. Tarea que no opacó su identidad y sentir nacional, ya que plasmados en sus libros de historieta se encuentran hechos y personajes de la historia argentina.

La miniserie El Eternauta da para opiniones de todo tipo. Quien escribe cree que está muy bien la adaptación realizada por Stagnaro, pero José Massaroli opina lo contrario. Aclara que vio solamente el primer capítulo y que no le gustó el cambio de época. Su mirada es la de quien tiene “grabada a fuego” la historieta y por ello cree que “es muy difícil de sobrellevar”. Pero valora el producto, “ya que promueve el trabajo argentino”. 

Además de que como principiante dibujó los guiones de Oesterheld, en 2016 dibujó El Manuscrito con guion de Marcelo Pulido. La obra plantea un desarrollo alternativo al comienzo de El Eternauta. El trabajo de José Massaroli también estuvo en ilustraciones y asesoramiento para la serie televisiva Germán, últimas viñetas, que estrenó la televisión pública en 2013. Su conocimiento sobre la obra de Oesterheld, sobre la historieta, su trabajo y lo que despertó la miniserie forman parte del núcleo de esta entrevista.

—Comenzaste tu carrera dibujando guiones de Oesterheld. En El Manuscrito expresás que su trabajo tuvo “su enorme contribución a la humanización de la historieta”. ¿Qué pasaba con la historieta antes de Oesterheld? ¿Por qué la hizo más humana?

—Como en el resto del mundo, la historieta se escribía y dibujaba para un público infantil. De pronto apareció en la revista Misterix, allá por 1952, una historieta sobre un desertor del Ejército yanki que, asqueado por las matanzas de indios, desertaba y se iba a vivir a un lugar perdido del Oeste junto a otros marginales, entre ellos un indiecito. Algo empezaba a cambiar a partir de ese personaje que se llamaba El Sargento Kirk y lo escribía Oesterheld. Un tema como ese rompía el molde de “el único indio bueno es el indio muerto” impuesto por Hollywood y los cómics. La evolución de Oesterheld, escribiendo para un público más adulto —de adolescente para arriba— lo llevó a crear en 1957 la editorial Frontera, donde dio rienda suelta a su visión humanista escribiendo la mayoría de los guiones de las revistas Hora Cero y Frontera, que eran dibujados por los mejores artistas del momento: Hugo Pratt, Alberto Breccia, Arturo del Castillo, Carlos Roume, Francisco Solano López y otros. Historietas como Ernie Pike, un corresponsal de guerra que rescataba pequeñas historias de actos abnegados, generosos o heroicos de soldados comunes, tanto de un bando como del otro, evitaban la dicotomía bueno-malo que había impuesto la propaganda de guerra. El villano no era el enemigo, sino la guerra. Supo también abordar la historia argentina en historietas como Nahuel Barros y Patria Vieja, siempre mostrando el lado humano de los conflictos.
Pero la historieta que impactó de entrada y atrajo enorme cantidad de lectores a sus revistas fue El Eternauta, que de a tres páginas por número en la revista Hora Cero enganchó a chicos y grandes desde su título, enigmático y atractivo, hasta su desarrollo, que transcurría en una Buenos Aires víctima de una nevada mortal y una invasión alienígena. Los dibujos de Solano López fueron más allá de las caras y líneas estereotipadas de la historieta corriente y dieron una gran carga de humanidad y expresividad tanto a los personajes como a las luces y sombras. Nunca se había visto algo así en la historieta argentina. Ni leído. Largos textos llenos de poesía acompañaban el relato. Hasta el enemigo, un “Mano”, terminó mostrando un lado humano. La gradual aparición de enemigos, Cascarudos, Gurbos, Manos y Ellos, fue una genial metáfora que hizo (y hace) pensar a muchos. Cascarudos igual a tropas de ocupación o policía; Gurbos igual a ejército de invasión y ocupación; Manos y Hombres-Robot igual a cipayos obligados a colaborar con el invasor; Ellos, los que están detrás de los sucesos y no se muestran nunca, los que mueven los piolines en las sombras. Estas cualidades extraordinarias de El Eternauta hicieron que, luego del cierre de la Editorial Frontera, el personaje y su dramática historia siguieran apareciendo en nuevas aventuras. En 1976, tras publicar la saga completa de El Eternauta en forma de libro, la editorial Record animó a Oesterheld y Solano López a elaborar una segunda parte, que tuvo un contenido más revolucionario todavía.

Luego fueron apareciendo obras de otros creadores inspiradas en El Eternauta, entre ellas una escrita por Toni Torres y dibujada por Sergio Mulko, en la que el Eternauta se encontraba en el futuro con Gilgamesh el Inmortal, otro personaje célebre de nuestra historieta. Uno de los últimos relatos de estas “continuaciones” fue El Manuscrito, escrito por Marcelo Pulido y que tuve el gusto de dibujar, en el que el comienzo de El Eternauta cambia a partir de la llegada de unas manos desde el futuro para terminar con el protagonista, y donde el guionista que termina protagonizando la historia es el mismo Oesterheld, que revive ciertos hechos de su triste fin cuando fue secuestrado y asesinado por la dictadura en 1977. La historieta argentina no fue la misma desde la aparición de Oesterheld y los guionistas que fueron llegando se inspiraron en su ejemplo, como hasta el famoso Robin Wood llegó a reconocer.

—También en El Manuscrito tu elogio al trabajo de Oesterheld está cuando decís que era portador de “genio único e inagotable”. El tiempo parece haberte dado la razón, con aquello que escribiste en 2016 y que ahora la serie El Eternauta confirma. ¿Qué te pareció la serie? ¿Qué valoras como historietista de esa producción audiovisual?

—Sobre la serie puedo opinar sobre el primer episodio, el único que vi hasta ahora. No me gustó. El cambio de época del relato me parece perjudicial, así como los cambios en algunas características y circunstancias de los personajes. Como versión libre, los autores de la serie pueden hacer cambios; pero creo que cuando son cambios tan grandes, la serie ya no debería llamarse El Eternauta. Tal vez esto no sea un problema para quienes no hayan leído la historieta, pero para los que la tenemos grabada a fuego, es muy difícil de sobrellevar. Creo que hay cosas que están porque Netflix impone una narrativa determinada al gusto de Netflix y no al gusto del público argentino; es decir, el medio condiciona el producto. Aun así, parece haberse filtrado el mensaje fundamental que impregna la obra de Oesterheld: “Nadie se salva solo”.

Dicho esto, valoro muy positivamente el éxito a escala mundial que está teniendo esta serie, ya que promueve el trabajo argentino de actores, guionistas, director, etc. Promueve la difusión de nuestra cultura (el truco, el mate, la amistad, la sociabilidad, etc.) y de alguna manera potencia la idea de resistencia a la invasión mediante el ejercicio de la solidaridad, como lo definió el mismo Oesterheld: “Nunca el héroe solitario, sino el héroe en grupo”. Para mí, El Eternauta, por su calidad y por el eco que viene teniendo en generaciones de argentinos, es el equivalente del siglo XX al Martín Fierro del siglo XIX. Un clásico. Y como todo clásico, como El QuijoteLa Ilíada o Los tres mosqueteros, admite infinitas versiones. Con el tiempo, esta serie será una más —y no de las menos importantes— de la gran cantidad de versiones que ha tenido y seguirá teniendo.

—En tus inicios fuiste marcado por la obra de Oesterheld. ¿Qué te permitió en tu carrera como historietista?

—Tuve la suerte de que, apenas empecé a trabajar como ayudante de Lito Fernández (¡un maestro!), me permitió dibujar a lápiz las historietas de un personaje de Oesterheld llamado Haakon, que se publicaba en la revista El Tony. Después de un tiempo, Lito dejó el personaje y pude dibujar unos cuantos episodios yo solo, con lápiz y tinta. Eran guiones excelentes, que inspiraban a dibujar; ¡prácticamente se dibujaban solos! Fue entrar por la puerta grande al mundo de la historieta.

—En este caso la historieta, la obra de Oesterheld y Solano López, nutrió la producción audiovisual que está teniendo una merecida repercusión. ¿Esto puede generar que ese público de la miniserie se vuelque a un interés por la historieta?

—Eso espero. Veo que mucha gente que ha visto la serie ahora quiere leer la historieta; esto es un fenómeno parecido al que produjo la serie Gambito de dama, que hizo acercarse al ajedrez a multitudes.

Tu trabajo como historietista te ha tenido dibujando el Pato Donald para Disney y siendo dibujante y guionista especializado en historieta gauchesca e histórica. ¿Quiénes influyeron en vos para no perder esa esencia de representar parte de nuestra historia en tus trabajos?

—De chico yo quería dibujar historietas como Hijitus o Patoruzú. Eso y haber trabajado en dibujos animados me llevó a hacer El Pato Donald. Y antes que eso, mi paso por Columba me dio la experiencia necesaria para, ya en el diario La Voz, poder escribir y dibujar historietas históricas y gauchescas, que es algo que me gusta mucho. Como guionista, siempre tuve presente la obra de Oesterheld y la de Hugo Pratt, quien se puede decir que aprendió a escribir con él.

—Si tuviéramos un Estado sin un topo que lo dirija y desee destruirlo desde adentro, aportando a la industria de la producción audiovisual, sin caer en lo que cierta industria norteamericana audiovisual cae, financiada por el Departamento de Defensa para que tomen sus cómics y adapten para creaciones audiovisuales que son propaganda armamentística, ¿pensás que nuestras historietas tienen buenos guiones y son un lugar donde abrevar para adaptar y lograr buenas producciones audiovisuales?

—La escuela argentina de historieta siempre fue de las mejores del mundo. Hoy, que ya no existen desgraciadamente las revistas de historietas en nuestro país, los artistas argentinos ocupan lugares destacados en países como Estados Unidos, Italia y Francia.  

—¿Cómo ves a la historieta hoy? ¿Cuáles han sido tus últimas creaciones y trabajos y los que estás proyectando?

La manera de hacer historieta y comercializarla ha cambiado mucho; sólo hay editoriales chicas que publican libros con tiradas mínimas. Mi último libro, Gatos y conejos, con guion de Luciano Saracino, data del 2023. Actualmente, escribo, y comparto el dibujo con Ramón Gil, historias de los veteranos de Malvinas oriundos del partido de Merlo; un trabajo que nos llena de orgullo, porque sentimos que contribuye a mantener vivo el recuerdo de nuestros héroes y una causa nacional irrenunciable.

 Link a la página original: https://www.elcohetealaluna.com/la-huella-de-oesterheld/

martes, 29 de abril de 2025

La despedida de Ediciones Fabro, un bastión del Pensamiento Nacional

La lamentable situación económica del país, fruto de políticas económicas mucho más atentas a complacer intereses extranjeros que los de la Patria, hoy han producido una nueva víctima. La editorial que tanto hizo por el pensamiento nacional y que publicó, entre otros trabajos nuestros, la trilogía La Guerra del Paraná:  

El mensaje de Fabián D'Antonio, creador y conductor de Ediciones Fabro

Conclusión de una etapa

"Todos nacemos poseyendo los tesoros más grandes que tenemos en la vida. Uno de éstos es tu mente, el otro es tu corazón. Y los instrumentos indispensables de estas riquezas son el tiempo y la salud. El modo en el cual usarás estos dones de Dios para ayudarte a ti mismo y a la humanidad, será el modo con el cual les darás honor. Yo intenté usar la mente y el corazón para tener a nuestro pueblo unido a su propia historia para que no nos transformáramos en criaturas sin memoria que viven arbitrariamente a la merced de la injusticia". 

Leyendo el duro pero a la vez emocionante libro "Amaneceres en Jenín", de la periodista Susan Abulhawa, nacida en un campo de refugiados palestinos, me topé con esta hermosa frase que tomo prestado para resumir los casi 23 años de historia de Ediciones Fabro. Claro, salvando la distancia de esta tragedia innecesaria de crímenes de lesa humanidad hacia un pueblo indefenso por parte de los grandes poderes (como ocurre en gran parte del mundo), nos reconocemos en parte como aportantes de un granito de arena a nuestra historia como Nación.  

Para quienes no nos conocen, Ediciones Fabro nació con la profunda convicción de ser una editorial comprometida con el Pensamiento Nacional y a su vez con la promesa y el deseo de reeditar toda la obra del general Perón y la compañera Evita, (hemos editados 36 libros Biblioteca Perón Evita, más 12 libros de la Escuela Superior Peronista). 

La frase en cuestión dice al final:  "...Yo intenté usar la mente y el corazón para tener a nuestro pueblo unido a su propia historia para que no nos transformáramos en criaturas sin memoria que viven arbitrariamente a la merced de la injusticia". Hemos tratado de poner a disposición de nuestro pueblo todos los textos necesarios para que esta horrible y trágica realidad no llegase a su objetivo, porque es a través de los libros que podemos desentrañar nuestro pasado, transitando un presente con herramientas para forjar un futuro esperanzador, un futuro donde nuestro pueblo viva en paz y feliz.

Lamentablemente, no fue así, hemos perdido la batalla cultural. No nos invadieron con armas de fuego como en Palestina y otros tantos países del mundo para robarnos lo que nos pertenece. Durante varias décadas, los grandes poderes, se dedicaron a negociar con nuestra dirigencia cipaya y entregadora, todos nuestros recursos naturales, nuestras tierras, nuestras aguas y nuestras riquezas. Alienaron nuestras mentes. Nos adormecieron, nos dividieron. Volvimos a ser una sociedad sin identidad, puestos a la merced (por sentir y querer propio) de la feroz injusticia. A tal punto de ser una sociedad contenta de ser saqueada, o por lo menos impasible, lo demostraron las últimas elecciones presidenciales. 

Cuando fuimos a proponer libros para la formación, para despertar conciencias, para prepararnos a estos embates y que nuestro pueblo tenga herramientas para poder defender sus conquistas, nos dieron la espalda, nos ningunearon. Los de allá y los de acá. El liberalismo y el progresismo; el capitalismo y la socialdemocracia, son parte de una misma moneda. Había que destruir el peronismo: la industria nacional, la distribución de las riquezas, la familia, los valores, había que desorganizar a la comunidad de tal manera que estuvieran todos enfrentados, había que fomentar el odio. Pucha si lo lograron. Volvimos a ser esa masa inerte, amorfa y sin identidad que supo ser manejada a piacere por los hijos del poder en esos años donde ahora nos vuelven a llevar. Hay que volver atrás cien años dicen...

El análisis es muy profundo, habrá que repensar nuestra dirigencia en función de nuestra sociedad y viceversa, como el huevo y la gallina. Nuestro sector, como todo en general, está atravesando la enésima gran crisis y el libro pasó a ser un número indefinido en la escala de necesidades.

Es por este motivo, además de otros personales, que con mucho dolor, pero seguros de haber dejado todo en la cancha (como siempre lo hemos hecho), anunciamos la cesión del fondo editorial. A partir de este mes de abril, Fabro y todo su conjunto, estará en manos de otros compañeros. 

Quiero agradecer a todos y cada uno de nuestros autores, compañeros, compañeras, amigos y amigas con quien hemos pasado más de 22 años de nuestra intensa vida, aprendiendo día a día y caminando juntos en esta hermosa historia.

Hemos dejado una huella indeleble con jornadas épicas, como por ejemplo la Feria del Libro Internacional de Buenos Aires del año 2014 con 40 presentaciones en 20 días, un récord jamás igualado por ninguna editorial, incluso las multinacionales (nunca fuimos reconocidos); o cuando presentamos en el año 2010 el libro “El movimiento obrero argentino”, de Claudio Díaz, en la sala José Hernández, con una asistencia de más de 1000 personas. 

Además, tenemos el orgullo de haber transitado estos años sin el aporte de compras del Estado, compras que se realizan o “tranzan” entre “amigos”. Sí, es nuestra obligación, reconocer que hemos estado acompañados a lo largo de este tiempo, por algunos compañeros de diferentes sindicatos, con los cuales hoy mantenemos amistades más allá de los libros.

Ediciones Fabro cumplirá 23 años el próximo 17 de diciembre, como responsable de esta casa, quiero dejar una agradecimiento muy especial a la memoria de Roberto Vilchez, con quien empezamos este proyecto allá por diciembre de 2002; y otro más profundo a la de mi padre Alberto, quien fue el que me inició en este maravilloso mundo del libro a inicios de los ’70. Años donde los libros se quemaban y nosotros nos jugábamos predicando y difundiendo el Pensamiento Nacional.

En estos años de vida editamos casi 400 títulos, cada libro fue un ladrillo en la construcción de nuestra soberanía; en el ámbito nacional hemos participado en ferias de todo el país, hemos concurrido a más de 300 disertaciones; hemos dado conferencias en las Universidades de Milán, Bari, Roma y Valladolid, y en instituciones culturales en Madrid y Atenas. Hemos presentado libros en las Consulados de Roma, Milán y Madrid. Nuestros libros estuvieron presente en las vidrieras de las librerías de Roma, Milán, el Vaticano, Madrid y Atenas. Fuimos premiados con los galardones: Oesterheld (2008); Arturo Jauretche (2009) y José María Rosa (2011), todos por la gran labor editorial que supimos desarrollar. 

Considero que la cultura y el deporte son fuerzas inescindibles de los pueblos, cuya potencia, bien utilizada, da fuertes herramientas para la Batalla Cultural. 

Tengo dos pasiones: los libros y el fútbol. Por la edad y los achaques físicos tuve que dejar de jugar; por los achaques morales y la falta de conciencia de nuestra dirigencia tenemos que ceder la editorial. El fútbol lo seguiré disfrutando y los libros los seguiré amando. 

Seguro que los compañeros que se harán cargo tendrán alto el nombre de Fabro y lucharán por una Argentina justa, libre y soberana.

Un fuerte abrazo y hasta pronto. 

¡¡Que Jesús y la Virgen nos bendigan!!

¡¡Viva Perón carajo!!

Fabián Alberto D’Antonio

PD: seguiremos la lucha en el ámbito internacional, porque como decía el general Perón, la verdadera política es la política internacional.

Libros Ediciones Fabro

¿Existe un Pensamiento Nacional?

¿Y si invadimos las Malvinas?

52 latitud sur, 59 latitud oeste. Territorio nacional

A capa y espada. Historia de una pasión deportiva

Acuerdos y desacuerdos. Obrero-Patronal

Amor en el tango

Andres Framini. El peronismo sera revolucionario

Antagonismos sociales e inflacion en la argentina

Antonio Cafiero. El estadista bonaerense

Apuntes de militancia

Apuntes sobre el peronismo

Arendt Von Trotta y la “banalidad del mal”

Borges y el tango

Buenos Ayres humana. La hora de tu comunidad

Argentina 2030. Perspectiva del Proyecto Nacional Justicialista

Camino, verdad y vida. Observados desde los Derechos Humanos

Canción de gesta argentina con/cd

Capitana María Remedios del Valle

Carlos Mugica y el retorno de Perón

Carlos Gardel. La voz del tango con/cd

China en el Siglo XXI. El despertar de un gigante

Cinco mujeres de Rosas

Cine y cultura popular

Civilización o barbarie

Cómplices del silencio

Con la boina blanca. Una antología sobre el radicalismo

Constitución, endeudamiento y políticas soberanas

Contribución al conocimiento del patrimonio de Moreno

Conversaciones con José María Rosa

Conversaciones con Methol Ferré

Con alma y corazón. El fenómeno Boca / Bianchi

Cristina los setenta y la Vuelta de Obligado

Crónicas de integración continental

Cultura deportiva argentina

Dalmacio Vélez Sarsfield

Decires de Gorriti y Gascon

Del Evangelio aprócrifo y mistongo

Del lobo Vandor a Saúl Querido

De Manuel Belgrano a Papa Francisco

Derecho constitucional argentino

Derecho del trabajo a tu alcance

Deuda o vida. 5000 años de un dilema existencial

De tablones y acordes. Un viaje por la historia de los conciertos en los estadios del fútbol argentino

Diamantes. Una búsqueda para cada origen

Diccionario Histórico Argentino

Dos poemas nacionales. Nuestras Malvinas y Juan Manuel de Rosas

Educar para la soberanía

El argentino. Poema épico nacional y popular. 

El Che y Perón un solo corazón

El cóndor ciego La extraña muerte de Lavalle

El corralito. La gran estafa al pueblo argentino

El crimen de la deuda externa

El despertar de las muchachas

El deporte en la cultura del encuentro con cd

El deporte en la cultura del encuentro con cd Bilingue

El exilio de un muchacho peronista

El fascismo en el discurso antiperonista

El fútbol te da vida. Homenaje a Diego Armando Maradona

El hombre que está solo y espera

El Joven Fermín Chávez

El ladrillo. Historia de la intervención

El libro de oro de Los Carabajal

El mar y el naufragio

El movimiento obrero argentino

El movimiento obrero argentino (ingles)

El Nombrador. Obra completa de Jaime Dávalos

El peronismo y sus máscaras

El presidente duerme

El proceso a los argentinos

El pueblo manda

El subteniente Perón

El tango desde el umbral hacia adentro

En el nombre de los sueños

Enfoques para el Estudio de la Realidad Nacional

Era... Como podría explicar

Esbozos en la arena

Eslabones. Relatos del origen, el exilio y el regreso. 1970-2003

Estévez. Vida de un cruzado

Estrategia de aproximación indirecta

Eva Perón. Su obra y pensamiento humanista

Evita. Su legado de puño y letra

Evita. Santa del pueblo, mujer de dos milenios

Fermín Chávez durante la resistencia peronista

Fermín Chávez inédito

Fermín Chávez y su tiempo

Ferrocarriles: Temas de explotación ferroviaria

Formosa: textos y contextos

Francisco. 10 años del Papa argentino

Francisco habla de política

Francisco la pedagogía del abrazo

Fuentes seguras. El sendero de la multipolaridad

Fundamentos de una psicología popular y cristiana

Geopolítica de la crisis mundial

Haciendo justicia juntos

Hay que matar a Perón

Héroes en tiempos infames

Héroes de tiento

Historia de la revista del Instituto Juan Manuel de Rosas

Historia de los Ferrocarriles Argentino

Historia de nuestra Señora de Lujan

Historia del hogar obrero. La cooperación integral

Homero Manzi

Horacio Guarany. Toda una vida

Horacio Quiroga

Iberoamérica y el indigenismo

Independiente Sporting

Instantes decisivos en la historia argentina

Instrucciones a los mayordomos de estancia

Intolerancia y discriminación social en el cine contemporáneo

Jauretche, historia, doctrina y medios

Jerónimo Obispo. Un hombre entre los hombres

Juan Hipólito Vieytes

Juan Lavalle. Una biografía

Juan Manuel de Rosas. Sombras y verdades

Juan Manuel de Rosas. El exilio del restaurador

Justicialismo del siglo XXI. De Perón a Francisco

La Abdicación. Los conservadores y la Ley Sanz Peña

La batalla cultural. Crónicas de la Feria del Libro

La batalla cultural. De Belgrano a Francisco

La Coherencia política de San Martín

La Constitución de 1949

La Cuadratura del círculo

La cuarta guerra mundial

La crisis mundial

La coorporación de empresas nacionales

La democracia de baja intensidad

La Fraternidad. 50 años.

La guerra del Paraguay

La hora de tus intendentes

La incógnita de Caseros

La protesta social en la argentina

La rabia camorrera de las Malvinas

La residencia presidencial

La revolución nacional. Una sinfonía inconclusa

La verdad es un perro que te ladra y te muerde

La vida por un ideal

La Vuelta de Obligado (historieta)

Las JP. De Darwin Passaponti a Ramón Cesaris

Las privatizaciones argentinas

Las 20 verdades peronistas

Laudato Si, sus raíces históricas

Lealtad. Una historia suboficial

Línea Nacional. Informes de una militancia juvenil mendocina

Los tenientes peronistas

Los zurdos y Castellani

Lucio Norberto Mansilla. El héroe de Obligado

Malvinas el pasado es el prólogo

Malvinas vinieron y les presentamos batalla

Malvinización y desmentirización.

Manual de la militancia

Manual de prevención de riesgos laborales

Manuel Belgrano. Héroe de la fe

Manuel Belgrano. Líder, ideólogo y combatiente de la revolución con /cd

Manuel Dorrego. Civilización y Barbarie

Manuel Dorrego. Primer asesinato político de la historia argentina

María Estela Martínez por siempre de Perón

Martín Fierro en el Siglo XXI

Mary Teran de Weiss

Mordisquito ayer y hoy

Mujeres que cantan

Néstor

No me lo digas

Nostalgias y esperanzas. Historias de Moreno

Notas de militancia

Nuestra lucha por Malvinas

Nueve años libres, sin economía dolarizada...

Ocurrió en Mayo

Opiniones sobre J. M. De  Rosas. 

Padre Pepe, construir desde la perifería

Padre Pepe. Construire dalla periferia

Padre Pepe desde el fin del mundo

Pancho Soares. El mártir de la iglesia profética

Papel Prensa

Pasión y vida. Caída de la Ley de aborto en Argentina

Patria de escritores

Pedrito Ríos. El tamborcito de Tacuarí

Pequeñas biografías argentinas VI / VII (TI)

Pequeñas biografías argentinas VI / VII (TII)

Perón en Roma. Cartas inéditas (1939-1940). Amores y política

Perón humanista

Perón vs Kissinger 

Peronismo en el siglo XXI

Peronismo y cristianismo

Peronismo o populismo

Poemas de la militancia y otros escritos. Un canto al peronismo

Polémicas contemporáneas

Política británica en el Río de la Plata

Politicas agroindustriales. Perón y el campo

Quebrantos Historias del exilio argentino en Italia

Quebrantos. Historias del exilio argentino en Italia (italiano)

Quien quiera oír que lea

Raul Scalabrini Ortiz. Su lucha y sus enseñanzas

Repensar a Perón

Rertornar a nemesis

Reseña de Acontecimienbtos Históricos. 1553-2003

Revisionismo Histórico Constitucional, Proyecto Nacional y Constitución

Ropa Vieja 

Rosas y su época en el cine contemporáneo

San Martín, Rosas, Perón. Un homenaje a Fermín Chávez

Santa Eva Perón

Sarmiento. Mentirosa es su historia

Sentir y pensar. El peronismo desde la vida cotidiana

Signos y valores en el cine

Se levanta a la Faz de la tierra

Teología de la cooperación

Tras su manto de neblinas

Tiro al arco para todos

Tu grato nombre. Antología de relatos sobre River Plate

Tributo a Esteban Laureano Maradona con/cd

Un celular, un par de zapatillas y un boliche

Un día como hoy. José M. Rosa

Verdugos inocentes: estrés postraumático en conductores de trenes

Viaje al centro de la Patria

Vienen por los Ríos (historieta)

Victoria en el Paraná (historieta)

Vigencia de las ideas de Raúl Scalabrini Ortiz

Vivir el Pre Bicentenario 

Volver a Saúl

Yo pude hablar con Perón

Yrigoyen y Perón

Colección “Biblioteca Perón-Evita”

¿Dónde estuvo? Relatos históricos del 17 de octubre de 1945

Actualización política

Apuntes de historia militar

Conducción política

Del poder al exilio: quiénes y cómo me derrocaron

Doctrina Peronista

Escribe Eva Perón.

Filosofía Peronista

Las fuerzas espirituales peronistas

Historia del peronismo

La comunidad organizada

La fuerza es el derecho de las bestias

La hora de los pueblos

La palabra, el pensamiento y la acción.

La razón de mi vida

La Tercera Posición en la prédica y el ejemplo de Juan Perón

Latinoamérica ahora o nunca

Los Vendepatria

Manual del Peronista

Mi mensaje

Mi testamento político

Modelo argentino

Perón dijo

Perón y su legado cultural

Perón y la Doctrina Social Cristiana

Perón y el deporte

Política y estrategia. No ataco, critico 1953

Primer Plan Quinquenal

Perón y la ecología

Sociología peronista

Economía peronista

Segundo Plan Quinquenal

Plan Trienal

Perón y el 17 de octubre

Toponimia patagónica de etimología araucana

Política peronista

Colección “Escuela Superior Peronista”

Escuela Superior Peronista, Primer Nivel

Conducción política

Lo que nos falta: la Escuela Superior Peronista

La doctrina peronista o justicialismo

Historia del peronismo

El método peronista para la conducción política

Esquema general de la doctrina peronista o justicialismo

Organización peronista

Técnica peronista para transmitir e inculcar la doctrina

Realizaciones peronistas

Apuntes I de la Escuela Superior Peronista

Apuntes II de la Escuela Superior Peronista

Trabajadores ¡Únanse!

Cuadernos “Pensamiento Militante”

Yo vine a consolidar la liberación

17 de octubre de 1945

El renunciamiento

No dejaré mis convicciones

Adiós a la Esma

Reflexiones sobre la victoria

La oligarquía del dinero

Perspectivas para una esperanza argentina

La constitución del cambio

Cartas sobre el Che

La causa y el guiso

Las Islas Malvinas

A los pueblos y gobiernos del mundo

Elegí a los humildes

El gaucho Rivero

La generación intermedia

La Ley de Medios

1 Cumbre de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y del Caribe

Pensamiento y leberación

Carta de la Hacienda de Figueroa

El camino de Belgrano

Aproximación a Leopoldo Marechal

Libros El Gran Lío

Las profecías del padre Lacunza que influyeron en el Gral. Belgrano

Libros Cibeles Ediciones

Almas al Azar

Casas caídas del cielo

Crónicas de un niño en Siena

Cuentos para trece lunas

El poder de las afirmaciones

Fortaleza Sarandí

Fracasos

Haciendo el pedido a la cocina cósmica

Historia novelada o una novela histórica

Historia novelada. Margarita y Rodrigo

La bruja del Poder

La Floresta

La mirada indiscreta

Matemos a los ex

Olha o Brasil

Racing te quiero contar

Reflexiones para mejorar tu vida

Rescátame

Sarandí, un arbusto con deseos de ser árbol

Sé Feliz

Semblanzas poéticas

Sexo sin (con) amor

Tiempo robado

Una parte de mi historia de vida

Valiente de sueños

Urgencias y contingencias al acceso comunicacional

Además de decenas de libros editados para los sindicatos y algunas intendencias.

Revista "Terquedad" (20 números).

Asociación Cultural "El Gran Lío". "Por la cultura del encuentro a través del deporte, la educación y el arte popular" (Bar literario, librería).

Sindicatos que nos acompañaron durante estos años:

La Fraternidad (Conductores de Trenes de la República Argentina); SUTACA (Sindicato Único de Trabajadores del ACA); AEFIP (Asociación de Empleados Fiscales e Ingresos Públicos); SMATA (Sindicato de Macánicos y Afines del Transporte Automotor); SMATA seccional Mar del Plata; UOM (Unión Obrera Metalúrgica) seccional Capital Federal y UOM seccional Matanza; UEJN (Unión de Empleados de la Justicia de la Nación); Unión Ferroviaria; SOEMCF (Sindicato de Obreros y Empleados de la Maderera de Capital Federal); SUETRA (Sindicato Único de Empleados del Tabaco de la República Argentina); Guincheros (Sindicato de Maquinistas y Grúas Móviles de la República Argentina); SATSAID (Sindicato Argentino de Televisión, Servicios Audiovisuales, Interactivos y de Datos); UOYEP (Unión Obreros y Empleados Plásticos); AOTRA (Asociación Obrera Textil de la República Argentina) seccional Matanza; ADEF (Asociación de Empleados de Farmacia); SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Particulares); FEDECAM (Federación Nacional de Trabajadores Camioneros); STIGAS (Sindicato de Trabajadores de la Industria del Gas); FOCRA (Federación Obrera Ceramista de la República Argentina); FEDUN (Federación de Docentes de las Universidades); UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina) seccional La Matanza; UPCN (Unión Personal Civil de la Nación); 62 Organizaciones Gremiales Peronistas Regional Capital Federal.


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