

Casalla recibiendo una distinción en el Día del Dibujante, 2009, cuando dijo "No quiero ser el último que dibuje gauchos". y para mí, que estaba republicando mi Juan Moreira con La Duendes, fue como recibir un mandato ineludible por parte del maestro

Un Savino autografiado que me dibujó Casalla en la histórica Bienal de Córdoba de 1979
Estas tres páginas que siguen, donde se lo ve al Cabo Savino, jovencito, afeitado, perseguido por un temible francotirador en la Guerra del Paraguay. Son de cuando Casalla recuadraba con regla. El dibujo más prolijo, más medido, pero el mismo talento inigualable de siempre. ¿Qué tienen de particular estas tres páginas? Que fue mi primer encuentro con el legendario Cabo que nunca ascendió. Ahí lo conocí y me quedé enganchado con el personaje, con el clima denso, ominoso (que no poco le debe a Carlos Albiac, el guionista en este caso), de una historia que nunca llegué a saber cómo empezaba ni cómo terminó. Tres páginas, un berretín de toda la vida con un personaje fuera de serie.
Walter Alarcón, Casalla y Massaroli en una reunión organizada por los Columba, mucho después del cierre de la editorial
Uno de los originales expuestos por Casalla en la Alianza Francesa en 2009, donde lo volví a ver después de muchísimo tiempo


No pasó mucho tiempo desde aquel día de mediados de 2011. La figura del personaje que fatigó las pampas argentinas en lucha permanente contra el indio, el bandido y la injusticia, y su querido creador, don Carlos Casalla, convocaron irresistiblemente a gran cantidad artistas deseosos de dibujar sables, pingos y quepis criollos. El resultado, hélo aquí, con el libro en la calle, ya impreso y distribuído.
Mi versión de Savino, ya canoso, junto al Sundance Kid, unos jóvenes Corto Maltés y Rasputín, y Butch Cassidy. ¡Reunión en la cumbre!
El 19 de marzo de 2016, en la librería Lipi.Bropos de Moreno, se presentó en sociedad el N° 3 de una revista excepcional, que sin prisa pero sin pausa, a razón de un número por año, viene llenando un vacío en el universo de las publicaciones de historietas: cada número se dedica por entero a un autor de los imprescindibles, de los que fueron, son y seguirán siendo los pilares de la hisorieta nacional. En este caso, el destinatario del homejae fue Carlos Casalla. Me enorgullezco de haber participado con una historieta donde pude juntar a Savino y Juan Moreira en una re-versión de aquella historieta famosa del cabo, en que se encontraba con el legendario gaucho rebelde.
Viene a mi mente la primera imagen que tuve del querido Chingolo, allá por 1974. Yo trabajaba en el recordado Union Studio de la calle Perú al 500, de Julio César "Chiche" Medrano, como su ayudante, cuando se abren las puertas y aparece un dúo alegre y pintoresco: un pequeño y movedizo guionista, Julio Álvarez Cao, y un alto y robusto dibujante, Carlos Casalla. Venían tarareando una melodía de jazz, una de las pasiones de ambos, que se materializara en historietas como Patrulla Americana y Perdido Joe. No podía creer que los tenía frente a mi. Estuvieron un rato y se marcharon a tomar algo con Chiche. Sobre la mesa quedó un boceto del maestro, dibujado mientras charlaba. Todavía lo tengo, claro.
No se preocupe, aquí quedamos muchos que seguimos la senda que usted marcó, Chingolo: Desde que dijo "No quiero ser el último que dibuje gauchos" han surgido muchos artistas, guionistas y dibujantes que sienten el llamado de lo nuestro, de los héroes criollos, de la pamapa, la selva y la cordillera de nuestro país, donde la aventura puede ser igual o más apasionante que en cualquier lugar del mundo. Sus gauchos, tus caballos, quedan en buenas y cariñosas manos.
¡Hasta siempre, querido Maestro!
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