martes, 26 de julio de 2022

Raíces y Brotes de la Historieta Gauchesca y una frase memorable

 José María Gutiérrez es el autor de la excelente nota histórica titulada Raíces y Brotes de la Historieta Gauchesca, que en forma parcial copiamos más abajo. Allí, en una nota al pie, se menciona nuestra obra ¡¡Juan Moreira!!, al recordar la frase que le oí decir al gran Carlos Casalla alguna vez: "No quiero ser el último que dibuje gauchos", y que a partir de ahí tomé como un mandato irrenunciable.

Esta nota integra el imprescindible catálogo de la muestra El Mito Gaucho, inaugurada en la Biblioteca Nacional en 2021, de la cual tuvimos noticia hace muy poco, cuando Gutiérrez tuvo la amabilidad de acercarme el lujoso catálogo.¡ Nuestro agradecimiento más sincero al amigo que tanto hace por la historieta argentina desde su puesto en la Biblioteca!

"...en nuestro país como un ejemplar autóctono que habilita, entre otras cosas, el camino  para  la  creación  de  una  historieta  ya  clara-mente gauchesca.Así, Cirilo  el  Audaz  (Enrique  Rapela,  La  Razón, 1939)  se  presenta  como  una  tira  de  aventuras  gauchescas. En el marco de la denominada Edad de Oro de  la  historieta  argentina,  la  gauchesca  se  erige  con  la serie de Rapela en una respuesta local a las series de cowboys  que  proliferan  masivamente  en  revistas  específicas  de  una  industria  millonaria,  como  una  reacción  o  alternativa  sostenida  por  algunos  autores  formados en corrientes de pensamiento de reafirmación  nacional.  Esta  línea  acompaña  en  los  cuarenta  un  proyecto  de  sustitución  de  importaciones  en  el  campo de los artículos de prensa, donde la historieta era también una evidente cuña para la apertura de los medios locales a la penetración por parte de agencias internacionales.  

No  es  caprichoso  contextualizar:  el  semanario Patoruzito  sale  a  la  calle  en  el  inflexivo  1945. En su índice publica Lanza seca y Fierro a fierro de Raúl Roux, series que preceden a la publicación, a partir de 1950 en Mundo Argentino, de la obra central de este autor: Cuentos de fogón, donde abandona toda intención  ficcional  para  dedicarse  directamente  a  la  divulgación  histórica.  “Es  verdaderamente  lamenta-ble que el cine, la radio y la historieta, los tres medios de difusión más populares en estos tiempos, busquen sus  temas  en  los  ya  estragados  y  manoseados  temas  foráneos, o realicen imitaciones, cuando los nuestros permanecen  en  la  virginidad  más  pura  esperando  que  el  buen  gusto  y  el  patriotismo  hagan  que  nos  acordemos  de  ellos”,  manifestará  Roux  en  la  revista  Dibujantes en 1953.

Y aunque la suplantación no se concretara, la historieta argentina producirá otro fenómeno, de carácter creativo, cuando un proyecto del género gauchesco sea rechazado por la editorial Abril y su guionista, Héctor Raúl  Roux,  viñeta  para  el  episodio  “Juan  Moreira”  de  Cuentos  de  Fogón,  ca.  1950.  Tinta  sobre  papel,  15  x  18  cm.  Archivo  de  Historieta  y  Humor  Gráfico  Argentinos, BNMM.Germán   Oesterheld,   lo   derive  al  ámbito  de  los  westerns.   Con   Sargento Kirk  (1953)  se  anuda  un  vínculo en nuestra historieta,  que  dará  aventuras  del   Lejano   Oeste   más   hondas  que  las  propias  producciones  estadouni-denses. Ilustra ese vínculo el  hecho  de  que  artis-tas  como  Juan  Arancio,  Carlos  Roume  o  Carlos  Casalla  hayan  producido  cómoda  y  hasta  simul-táneamente     historietas     gauchescas  y  de  cowboys, como si no existiera entre ellas   una   diferencia   de   género  sino  de  modos  y  de ambientación.La serie de Oesterheld y Pratt propicia dos obras gauchescas: El cabo Sabinoy Fuerte  Argentino,  ambas  de    1954,    que    ofrecen    un  nuevo  tipo  de  héroe  de  aventuras:  el  milico.  Cirilo lo era, pero tanto Kirk como Sabino son mili-tares  renegados;  uno  viene  asqueado  de  la  matanza  de indios norteamericanos y el otro de matar para-guayos.  Ambos  van  a  conservar  eternamente  su  grado (Sabino, luego Savino, en castigo por haberse negado  a  dispararle  a  Juan  Moreira)  y  también  sus  uniformes  como  estigmas  de  la  trágica  dicotomía  identitaria. Ambos adscribían al modelo del Martín Fierro de Hernández.Poco tiempo después Walter Ciocca va a publicar otra tira diaria, Lindor Covas, el Cimarrón (La Razón, 1954),  gaucho  ejemplar  y  virtuoso,  más  inspirado  en  la  literatura  nativista  que  en  la  gauchesca,  pero  par-tiendo del mismo detonante. Lindor Covas es el gau-cho  victimizado  por  la  injusticia  de  un  orden  estatal  incapaz  de  asimilarlo,  que  se  dará  a  la  fuga  y  cuyo  relato estará basado en el derrotero de ese divagar por la  pampa,  territorio  aún  salvaje  y  puro  que  irá  estre-chando  sus  márgenes  limítrofes.  “Frontera”  es,  significativamente,  el  nombre  de  la  editorial  que  funda  Oesterheld en 1957, y su imagen emblemática es la de un indio que, erguido en  su  pingo,  otea  el  horizonte.    En    sus    revistas    Oesterheld    va  a  incluir  historie-tas  gauchescas  como  Patria vieja y Nahuel Barros,      dibujadas      respectivamente   por   Carlos Roume y Juan Arancio. Una es his-tórica y la segunda es puramente  ficcional.  El   género   presenta   cuatro  líneas:  la  his-torieta   de   difusión   histórica,   documentada,    como    la    de    Roux; la de aventuras ficticias, entre las que están   aquellas   que   fabulan sobre hechos históricos,  como  El cabo   Savino;   las   de   base  literaria  o  enteramente  imaginarias  como Lindor  Covas; y también aquellas de recreación ficcional en base a personajes reales, como la serie dilecta de Carlos Roume, Manquillán, donde se  versionaba  la  novelesca  vida  del  coronel  Eugenio  del  Busto.  Esta  última  se  publicó  a  partir  de  mayo  de 1969 nada menos que en el suplemento Rural de Clarín, en un momento culminante del género, con el contexto de un renovado interés por el estudio crítico de la historia.

Ese cénit se declarará cuando en 1967 salgan a la calle las publicaciones específicas dirigidas por Rapela. Fabián Leyes y El Huinca aparecen a meses de la pri-mera  edición  de  Los  caudillos,  rotundo  best  seller  de  Félix Luna. En esas revistas que se definían en las por-tadas  con  leyendas  bien  explícitas  como  “Historietas  criollas”,  “¡Épicas!,  ¡Heroicas!,  ¡De  acción!”,  y  que  declaraban  que  eran  “¡Auténticamente  argentinas!”,  se reeditan los Cuentos de fogón de Raúl Roux, quien había fallecido seis años antes.1En  una  vuelta  hacia  la  línea  medular  de  nuestra  historieta, que describimos como raigal en sus remo-tos  inicios  satíricos,  no  fue  hasta  los  inicios  de  los  Carlos Roume, Manquillán, el cóndor perdido, 1969. Tinta sobre papel, 63 x 48 cm. Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, BNMM.

...inflexivos setenta que se dio una devolución desde la historieta  humorística.  Fue  justamente  en  Hortensia, fenómeno único de una revista que, editada desde una capital de provincia, logró distribución y éxito nacional. Allí se publicó Inodoro Pereyra, la serie que habría de replicar a la gauchesca desde el humor que ahora era paródico, ya no satírico. Aun  cuando  “el  renegáu”  parodió  inicialmente  al  Martín Fierro, su matriz literaria fue otra: el Fausto de Estanislao del Campo. Luego de un largo período inicial que partía de la estructura de encuentros, la serie desarrolló  aventuras  por  entregas  emulando  al  folle-tín; al ingresar a la prensa diaria en 1978 vuelve a la estructura de sus comienzos pero con un protagonista que ha madurado, retornando al modelo inicial de la historieta cómica argentina: ahora existía también un gaucho chanta. El  colofón  de  la  historieta  gauchesca  de  aven-turas  comparte  con  sus  más  notorias  creaciones  la  extraordinaria   longevidad   que   signa   su   trascendencia: Lindor  Covas  se  publicó  durante  27  años;  Patoruzú originalmente 50 años, más la sobrevida de las  décadas  de  reedición  que  llegan  hasta  nuestros  días, con los que alcanza casi el centenario; Inodoro Pereyra  cumplió  35  años  y  solo  cesó  por  la  muerte  de  su  autor  (2007).  

El  cabo  Savino,  por  su  parte,  es  la serie que se dibujó ininterrumpidamente durante más tiempo en la Argentina: 60 años, y logró incluso sobrevivir  a  la  coda  que  significaba  el  éxito  de  la  parodia acuñada por Fontanarrosa.Su autor, “Chingolo” Casalla, demandó a sus jóvenes colegas: “¡No quiero ser el último que dibuje gauchos!”. 2Hoy,  luego  de  haber  trazado  un  itinerario  acaso  más prolongado que el de la literatura de la que manó, la  historieta  gauchesca  perdura  principalmente  en  la  línea  que  cultivó  Roux,  aquella  de  examinación  his-tórica. Curiosamente, Roux fue el único de los gran-des autores del género que nunca cedió a adaptar esos clásicos literarios a la narrativa gráfica o a ilustrarlos.

1.  Grafica  el  éxito  del  género  una  anécdota:  Patoruzito  publicó  El  Huincade Rapela (1964) a instancias de Mirco Repetto, al principio a espaldas de Quinterno, que la había rechazado, aprovechando una ausencia por viaje del editor.  Repetto  declara  en  una  entrevista  que  le  hizo  Juan  Sasturain  que  al  regresar de su viaje, Quinterno advirtió que el tiraje en el interior había cre-cido [...] y solo me dijo que El Huinca debía mandarla más frecuentemente a tapa.

2. Relata el dibujante José Massaroli (autor de la tira Juan Moreira publicada en el diario La Voz, 1983) que esto sucedió en un encuentro en el año 2009.Ilustración inédita de Carlos Casalla para El cabo Savino, ca. 2015. Tinta sobre papel, 30 x 44 cm. Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, BNMM.Roberto Fontanarrosa, Inodoro Pereyra, el Renegáu, en Hortensia, nro. 26, enero de 1973. Evolución de la figura del personaje."

Ver el catálogo completo y descargar, aquí:

https://www.bn.gov.ar/micrositios/exposiciones/categoria1/el-mito-gaucho

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